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3 exquisitos poemas sobre la Revolución Mexicana

Recopilamos los poemas más hermosos que hablan acerca del movimiento revolucionario en nuestro país.

 

Como cualquier hito histórico que ocurre en el mundo, la Revolución Mexicana produjo un cambio no sólo político y social en el siglo XX, sino que también fue un movimiento que dio cabida a la reinvención en materia artística.

En las artes plásticas, la influencia es bastante clara. Nace el muralismo como una corriente de intelectuales pintores que buscan transformar el pensamiento crítico de la sociedad a través de obras polémicas y denunciantes. Mientras que en el ámbito musical, emergen los corridos como temas oficiales de las aventuras y hazañas de los héroes revolucionarios.

Pero sin duda una de las artes que mejor se desenvolvió durante esta época, fue la literatura. Cuentos y novelas de autores como José Revueltas, Martín Luis Guzmán, Juan Rulfo e inclusive Rosario Castellanos fungen como ejemplos de una lírica latente que no buscaba apelar a situaciones ajenas, sino a evidenciar la situación actual del pueblo mexicano.

En cuanto a la poesía, el descontento y la tristeza que se hacen presentes en los versos de diversos poetas. Algunos son mexicanos, y otros amantes de México. Sin importar su nacionalidad, estos autores supieron plasmar el contexto que atravesaba el país en sus obras:

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Ramón Lopez Velarde – “Suave Patria”

Yo que sólo canté de la exquisita 
partitura del íntimo decoro, 
alzo hoy la voz a la mitad del foro 
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo, 
para cortar a la epopeya un gajo.


Navegaré por las olas civiles 
con remos que no pesan, porque van 
como los brazos del correo chuán que 
remaba la Mancha con fusiles. 


Diré con una épica sordina: 
la patria es impecable y diamantina. 
Suave Patria: permite que te envuelva en 
la más honda música de selva con que
me modelaste todo entero al golpe 
cadencioso de las hachas y pájaros de 
oficio carpintero. 


Patria: tu superficie es el maíz, 
tus minas el palacio del Rey de Oros, y tu
cielo, las garzas en desliz 
y el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establo 
y los veneros del petróleo el diablo. 

Sobre tu Capital, cada hora vuela 
ojerosa y pintada, en carretela; 
y en tu provincia, del reloj en vela 
que rondan los palomos colipavos, 
las campanadas caen como centavos. 


Patria: un mutilado territorio 
se viste de percal y de abalorio 
Suave Patria: tu casa todavía 
es tan grande, que el tren va por la vía 
como aguinaldo de juguetería. 

Y en el barullo de las estaciones, 
con tu mirada de mestiza, pones 
la inmensidad sobre los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta a la rana
no miró, antes de saber del vicio, 
del brazo de su novia, la galana 
pólvora de los juegos de artificio? 


Suave Patria: en tu tórrido festín 
luces policromías de delfín, 
y con tu pelo rubio se desposa 
el alma, equilibrista chuparrosa, 
y a tus dos trenzas de tabaco, 
sabe ofrendar aguamiel toda mi briosa 
raza de bailadores de jarabe. 


Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía; 
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se veía 
el santo olor de la panadería. 


Cuando nacemos, nos regalas notas, 
después, un paraíso de compotas, 
y luego te regalas toda entera 
suave Patria, alacena y pajarera.
Al triste y feliz dices que sí, 
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí. 


¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena 
de deleites frenéticos nos llena! 
Trueno de nuestras nubes, que nos baña 
de locura, enloquece a la montaña, 
requiebra a la mujer, sana al lunático
incorpora a los muertos, pide el Viático, 
y al fin derrumba las madererías 
de Dios, sobre las tierras labrantías. 


Trueno del temporal: oigo en tus quejas 
crujir los esqueletos en parejas; 
oigo lo que se fue, lo que aún no toco,
y la hora actual con su vientre de coco. 
Y oigo en el brinco de tu ida y venida 
oh trueno, la ruleta de mi vida. 

 

Pablo Neruda – “A Zapata”

 Cuando arreciaron los dolores 
en la tierra, y los espinares desolados 
fueron la herencia de los campesinos 
y como antaño, las rapaces 
barbas ceremoniales, y los látigos, 
entonces, flor y fuego galopado… 

Borrachita me voy hacia la capital 
Se encabritó en el alba transitoria 
la tierra sacudida de cuchillos, 
el peón de sus amargas madrigueras 
cayó como un elote desgranado sobre 
la soledad vertiginosa, 
a pedirle al patrón 
que me mandó llamar 
Zapata entonces fue tierra y aurora. 

En todo el horizonte aparecía 
La multitud de su semilla armada. 
En un ataque de aguas y fronteras 
el férreo manantial de Coahuila, 
las estelares piedras de Sonora; 
todo vino a su paso adelantando, 
a su agraria tormenta de herraduras. 

Que si se va del rancho
muy pronto volverá 
Reparte el pan, la tierra; 
Te acompaño. 

Yo renuncio a mis párpados celestes, 
Yo, Zapata, me voy con el rocío 
de las caballerías matutinas, 
en un disparo desde los nopales 
hasta las casas de pared rosada. 
cintitas pa’ tu pelo no llores por tu Pancho … 

La luna duerme sobre las monturas, 
La muerte amontonada y repartida 
yace con los soldados de Zapata. 
El sueño esconde bajo los baluartes 
de la pesada noche su destino, 
su incubadora sábana sombría. 

La hoguera agrupa el aire desvelado; 
grasa, sudor y pólvora nocturna. 
… Borrachita me voy para olvidar… 
Pedimos patria para el humillado. 

Tu cuchillo divide el patrimonio 
y los tiros y corceles amedrentan 
los castigos, la barba del verdugo. 
La tierra se reparte con un rifle. 

No esperes, campesino polvoriento,
después de tu sudor la luz completa 
y el cielo parcelado en tus rodillas. 
Levántate y galopa con Zapata. 

Yo la quise traer dijo que no…
México, huraña agricultura, amada 
tierra entre los oscuros repartida; 
de las espaldas del maíz salieron 
al sol tus centuriones sudorosos. 

De la nieve del Sur vengo a cantarte. 
Déjame galopar en tu destino 
y llenarme de pólvora y arados.
… Que si habrá de llorar 
pa’ qué volver.

 

Salvador Novo – “Del pasado remoto”

Del pasado remoto
sobre las grandes pirámides de Teotihuacán,
sobre los teocalis y los volcanes,
sobre los huesos y las cruces de los conquistadores áureos
crece el tiempo en silencio.

Hojas de hierba
en el polvo, en las tumbas frías;
Whitman amaba su perfume inocente y salvaje.

Nuestros héroes
han sido vestidos como marionetas
y machacados en las hojas de los libros
para veneración y recuerdo de la niñez estudiosa,
y el Padre Hidalgo,
Morelos y la Corregidora de Querétaro.

Revolución, Revolución
siguen los héroes vestidos de marionetas,
vestidos con palabras signaléticas.

La literatura de la revolución,
la poesía revolucionaria
alrededor de tres o cuatro anécdotas de Villa
y el florecimiento de los maussers,
las rúbricas del lazo, la soldadera,
las cartucheras y las mazorcas,
la hoz y el Sol, hermano pintor proletario,
los corridos y las canciones del campesino
y el overol azul del cielo,
la sirena estrangulada de la fábrica
y el ritmo nuevo de los martillos
de los hermanos obreros
y los parches verdes de los ejidos
de que los hermanos campesinos
han echado al espantapájaros del cura.

Los folletos de propaganda revolucionaria,
el Gobierno al servicio del proletariado,
los intelectuales proletarios al servicio del Gobierno
los radios al servicio de los intelectuales proletarios
al servicio del Gobierno de la Revolución
para repetir incesantemente sus postulados
hasta que se graben en las mentes de los proletarios
-de los proletarios que tengan radio y los escuchen.

Crece el tiempo en silencio,
hojas de hierba, polvo de las tumbas
que agita apenas la palabra.


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