Las danzas autóctonas nunca fueron tan vibrantes como en este ballet.
“Y me di cuenta, que tenía no solamente que estudiar todo eso, sino también vivirlo, hacerlo propio, para que después a la hora de crear resultara algo que no fuera fríamente intelectual sino algo lleno de vida.” – Amalia Hernández.
Durante la presidencia de Venustiano Carranza, en un México lleno de incipientes batallas revolucionarias, nace Amalia Hernández un 19 de septiembre de 1917 en la capital. Hija de un militar regente y una maestra, Amalia mostró desde muy pequeña un especial gusto por el baile.
Aunque al principio fueron renuentes, sus padres optaron por las clases privadas para su hija. Por este motivo construyeron un estudio en su casa, lugar donde la niña dio inicio a su carrera como bailarina. Maestros expertos en ballet oriundos de lugares como Francia y Rusia visitaban periódicamente a Amalia para depositar en ella conocimientos clave del concepto dancístico.
Pronto desarrolló una habilidad para la danza clásica y moderna, por lo cual comenzó a mostrarse interesada en las danzas autóctonas de las diversas regiones del país. Convertir el folclor mexicano en un espectáculo teatral fue su principal cometido.
Para la época, resultaba complejo concebir a la cultura mexicana en un escenario. Pero Amalia estaba ávida por enaltecer el valor artístico de la danza, motivo por el cual decidió formar parte de la Academia de la Danza Mexicana en 1947. En esta nueva institución, Amalia Hernández fungió como directora, maestra, coreógrafa y bailarina.
Ya entrada la década de los 50, la bailarina fundó su propio grupo de ballet. Y teniendo al concepto del folclor como eje central, comenzó su trayectoria como representante clave de la danza mexicana. Cabe mencionar, que la investigación antropológica jugó un importante papel en su ballet, pues las más de 80 coreografías que realizó, encontraron su inspiración en distintas regiones del país.
Las primeras presentaciones del llamado Ballet Moderno de México se llevaron a cabo en la Sala Chopin. Más tarde comenzó a cobrar reconocimiento alrededor de toda la República, hasta el grado de realizar giras por Estados Unidos y otros países del mundo.
“Los hijos del sol”, “Antiguos sones de Michoacán”, “El Cupidito”, “Fiesta Veracruzana”, “Los Quetzales”, “La danza del venado” y “Navidad en Jalisco” son sólo algunos de los títulos de las coreografías más emblemáticas y maravillosas del Ballet de Amalia Hernández.
La icónica bailarina fallece el 4 de noviembre del año 2000 a los 83 años de edad, y es su hija quien se hace cargo de la dirección y administración del ya consolidad ballet. Hoy por hoy, este ballet es uno de los más ricos y disfrutables de nuestro país. A través de colores, música y movimientos, se puede llegar a palpar todo lo que constituye la idiosincrasia mexicana. Conviene admirar este genial espectáculo al menos una vez en la vida.
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