Su legado sirvió para que las mujeres tuvieran acceso a la educación profesional.
Matilde Montoya Lafragua (1859-1938), fue la primera mujer en México en obtener el grado académico de médica. Desde que era muy chica empezó a demostrar interés por el estudio, gracias al apoyo y las enseñanzas que su madre le dio. Fue una excelente alumna y se dice que fue precisamente su mamá, la que la influyó para convertirse en una doctora.
Estudió la carrera de Obstetra y Partera que dependía de la Escuela Nacional de Medicina, pero debido a problemas económicos tuvo que concluir sus estudios en la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad, un lugar que se haría famoso por atender “partos ocultos”, es decir a madres solteras. Matilde recibió su título a la edad de 16 años y se mudó a Puebla donde tuvo gran éxito con su práctica.
En aquel momento ser partera no equivalía a ser médica y ella, sin duda, estaba empeñada en conseguir este título, cosa que no resultaría tan fácil ya que en aquella época no había mujeres cursando la carrera de medicina, aún así, Matilde decidió regresar a la ciudad y solicitar su ingreso a la Escuela de Medicina en 1882 a los 24 años.
La decisión del entonces director, el doctor Francisco Ortega de aceptarla en la carrera estuvo llena de críticas y desacuerdos por parte de un gran grupo de la comunidad médica, y gente de la sociedad que se empeñó en difamarla, a través de una serie de publicaciones en su contra. De hecho, existió un artículo que titularon “Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médica”.
Las publicaciones femeninas y un amplio sector de la prensa la apoyaban, pero gran parte de la población estaba en desacuerdo y opinaban que “debía ser perversa la mujer que quiere estudiar medicina para ver cadáveres de hombres desnudos”.
Matilde no sólo tuvo que lidiar con las críticas de la sociedad sino también soportar las burlas de muchos de sus compañeros de salón al ser la única mujer presente. Tanta presión ejercieron sus opositores, que pronto a la valiente Montoya le fue comunicada su baja.
En su desesperación Matilde le escribió una carta al entonces primer mandatario Porfirio Díaz, quien dio órdenes para facilitarle cursar las materias en las cuales tenía conflicto. Tras completar sus estudios con buenas calificaciones solicitó su examen profesional, que le fue negado ya que en las actas oficiales decía “alumnos” no “alumnas”. Matilde tuvo que acudir otra vez t al presidente, quien envió una solicitud a la Cámara de Diputados para que se actualizaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina.
Finalmente, el 24 de agosto de 1887, Matilde presentó su examen, y a pesar de que muchos dijeron que se había titulado por “decreto presidencial”, Montoya dedicó su vida a su pasión y atendió a todo tipo de pacientes a los que les cobraba según sus posibilidades.
Matilde fue una médica destacada, y participó en muchas asociaciones de mujeres, fundando ella misma en 1925, la Asociación de Médicas Mexicanas, pero nunca fue invitada a ninguna asociación o academia médica oficial, aún exclusivas de hombres.
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