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Nostalgia Urbana: sobre la llegada del Viaducto a la ciudad

La historia de cómo se remplazaron los ríos citadinos por calles.

 

Mucho se ha escuchado hablar sobre el pasado lacustre de la Ciudad de México. Durante el siglo XVI, existían 70 ríos alrededor de la capital que desembocaban en el lago. Sin embargo, tras la llegada de los españoles, el desarrollo urbano no fue más que un acontecimiento inminente.

Todavía entrado el siglo XX, más o menos a finales de la década de los años 30, seguían circulando varios ríos en la capital. Fue entonces cuando un arquitecto llamado Carlos Contreras propuso construir una especie de circuito encima de los ríos de la Piedad, Consulado y Verónica.

Este arquitecto fue el primero en concebir lo que hoy conocemos como Viaducto. Su idea era crear un cauce para el agua negra, y sobre éste, crear una calle exclusiva para transporte. Es importante mencionar, que en aquella época, la Ciudad de México contaba con apenas 3.5 millones de habitantes. Y la estadística indicaba que por cada 42 capitalinos, solamente uno contaba con automóvil. Dicho esto, la creación de un Viaducto resultaba bastante pertinente.

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Imagen: MAFC. 

Fue hasta 1952 que dieron inicio las obras de construcción para el Viaducto Miguel Alemán, bajo la dirección de Carlos Lazo. Los canales que transportaban agua residual se tuvieron que entubar, lo cual trajo beneficios. De primera instancia, las zonas aledañas a estos cauces estaban más limpias, ya que gracias a esta iniciativa hidráulica las aguas se encontraban como encerradas en ductos.

Gracias a los entubamientos, fue posible la construcción de grandes y amplias avenidas. Y como era de esperarse, el proyecto inspiró la idea de hacer lo mismo con otras partes de la ciudad. Resultaba muy inteligente enviar los deshechos al río. De esta forma, se comenzaron a entubar ríos como Mixcoac, Magdalena, Churubusco y Consulado.

El objetivo principal de esta tendencia vial se logró: se pudo mejorar la insalubridad de las zonas, ya que por la urbanización, los ríos empezaban a convertirse en desagües. No obstante, este proyecto tuvo también sus defectos.

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El arquitecto Jorge Legorreta afirmaba que si bien la iniciativa logró un significativo ahorro de capital, en el largo plazo, no sería algo tan bueno. Lo cierto es, que los cuerpos de agua le brindan un mejor clima a cualquier ciudad y la vuelven un lugar más turístico; sin mencionar que la naturaleza es una de las mejores dádivas de la vida.

El problema es que no se separan las aguas, y paradójicamente, aunque anteriormente la Ciudad de México era literalmente un islote, hoy por hoy atraviesa un serio problema con el agua. Lamentablemente, ya no se aprovecha igual y no llega a todas las áreas que constituyen la ciudad.

Realmente, aquella decisión no fue errónea, fue la más relevante para la época. Pero ahora, que la mancha urbana ha alcanzado a la ciudad, convendría hablar de soluciones tanto de circulación vial como hidráulicas. Ya se ha hablado del rescate de los ríos en la ciudad, y de otras iniciativas de carácter urbano para mejorar el aspecto y funcionamiento de la misma. Recuerda que el cambio de una metrópoli está en manos de quienes la habitan.

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