Como siempre, cuando me alejo de ti, me llevo en las entrañas tu mundo y tu vida, y de eso es de lo que no puedo recuperarme. – Frida Kahlo
Misterioso y sin duda singular es percatarnos que ni el tiempo borra de su memoria la imagen de Frida y Diego, una pareja a todas luces emblemática. O a decir de Patti Smith, una pareja que vivió en carne su amor de la forma más humana, terrenal.
En una ocasión en que Patti Smith fue entrevistada por el Smithsonian –a propósito de una carta de amor de Kahlo para Diego que forma parte de la colección del instituto–, la cantante y poetisa estadounidense confesó ser una devota del amor de los pintores mexicanos: “eran dos artistas que creían uno en el otro”.
Cuando Patti Smith tenia tan solo 16 años, su madre le regaló el libro The Fabulous Life of Diego Rivera que cambiaría su percepción de mirar al amor; ya no desde la perspectiva romántica, profunda y falsa de las películas, sino más bien un amor real, terrenal:
Este libro fue perfecto. Todas las relaciones que Diego Rivera tenía eran muy interesantes, pero Frida Kahlo fue por mucho la más convincente y duradera. La amo. Me sorprendió su belleza, su sufrimiento, su trabajo. Como una chica alta con trenzas negras, ella me dio una nueva manera de trenzar mi cabello. A veces me ponía un sombrero de paja, como Diego Rivera.
En 2012, Smith finalmente tuvo la oportunidad de conocer de cerca la vida de los pintores, gracias a una visita que hizo a la Casa Azul. Ahí, la cantante admiró las muletas de Frida y los overoles de Diego; los frascos de medicina y las mariposas colgadas sobre la cama de Frida, para que ésta se entretuviera luego de que perdió la pierna. Recorrió la Casa Azul en su totalidad (no sin antes tomarse un agua de sandia en la calle), y tocó para 200 personas una canción que se le vino a la mente mientras estuvo recostada en la cama de Diego:
Tuve una migraña y el director del museo me dejó dormir en la habitación de Diego, justo al lado de la de Frida. Era tan humilde, sólo una modesta cama de madera con una cubierta blanca. Me restauró, me tranquilizó. Una canción llegó a mí mientras yacía ahí, acerca de las mariposas sobre la cama de Frida. Poco después de despertar, la canté en el jardín…
Tal vez lo que Smith admiraba realmente de la relación de Frida y Diego, era ese singular tono a la mexicana que mucho tiene de popular entre nuestras calles. Un acento tradicional, casual; ligero. Porque si hay algo en el léxico del mexicano es una sensación justamente de ligereza. A manera de ejemplo te compartimos el texto de aquella carta del 11 de junio de 1940:
Mi Diego:
Ahora que hubiera dado la vida por ayudarte, resulta que son otras las ‘salvadoras’… Pagaré lo que debo con pintura, y después aunque trague yo caca, haré exactamente lo que me dé la gana y a la hora que quiera… Lo único que te pido es que no me engañes en nada, ya no hay razón, escríbeme cada vez que puedas, procura no trabajar demasiado ahora que comiences el fresco, cuídate muchísimo tus ojitos, no vivas solito para que haya alguien que te cuide, y hagas lo que hagas, pase lo que pase, siempre te adorará tu Frida.
Patti Smith es tan solo una de muchas artistas que han podido mirar más allá de la imagen popular que la colectividad ha engendrado de estos pintores. Y quizás más importante aún, fue capaz de ejemplificar en los surrealistas lo importante de las relaciones amorosas, que es el transgredir todo amor platónico-romántico: saltar a la cotidianidad y quererse así; valorar la química más que a la vida allá afuera. Enamorarse de los defectos del otro, abrazarlos sin importar el mañana:
La lección más importante, sin embargo, no son sus indiscreciones y los asuntos de amor, sino su devoción. Sus identidades fueron ampliadas por el otro. Pasaron por sus altibajos, se separaron, volvieron juntos, hasta el final de sus vidas. Eso es lo que percibí incluso a los 16.
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