La historia del segundo y último emperador de México.
Su nombre de pila fue Ferdinand Maximilian Joseph Maria von Habsburg-Lothringen (1832-1867). Segundo en la línea sucesoria del Imperio Austriaco, y como tal, recibió la clásica educación de un archiduque; aprendió numerosos idiomas, tuvo una rigurosa formación militar y se le instruyó en filosofía, historia y derecho canónico. Se dice que su carisma era único.
En 1861 Napoleón III tenía claros intereses de convertir a México en una potencia que pudiera contrarrestar el enorme poder que Estados Unidos estaba ganando sobre el resto de los territorios de América. Tras la clara victoria de las tropas de Napoleón, y la derrota republicana mexicana, los conservadores decidieron que el país debía regresar al sistema de gobierno llamado monarquía moderada, que había sido encabezado por primera vez por Agustín de Iturbide.
Las facciones conservadoras del país se habían convencido que este tipo de gobierno era la única manera de acabar con el caos, la inestabilidad y la crisis económica por la que atravesaba México desde su independencia. Se le puso la tarea al gobierno conservador de buscar un príncipe europeo; querían una persona que fuera católica y que respetara las tradiciones de la nación. Después de una búsqueda intensiva, Napoleón III decidió proponer un candidato.
Propuso a Maximiliano de Austria, quien aceptó la corona y se comprometió con Napoleón III, por los convenios de Miramar, a pagar por gastos de la intervención francesa, la crecida suma de 260 millones de francos, y llegó a las playas mexicanas el 28 de mayo de 1864.
Maximiliano, Archiduque de Austria, estaba casado con la hermosa princesa Carlota Amalia. Era de índole romántica, gustaba de la naturaleza, creía firmemente en la bondad del buen salvaje y en el ideario liberal. Lo que provocaría una gran furia entre los conservadores que lo trajeron al país.
Desde su llegada la atracción por México fue inevitable. Construyó museos, y trató de conservar la cultura mexicana, además de ser sumamente incluyente con los indígenas. Pero la política de Maximiliano resultó ser demasiado liberal para el sector de la población que lo había traído y que esperaba un monarca europeo tradicional y conservador.
Antes de llegar a nuestro país, Maximiliano se había hecho a la idea de que la gran mayoría de México era liberal y exigía un programa de progreso en el sentido más verdadero de la palabra, exigió pase oficial para los documentos pontificios, decretó la tolerancia de cultos y la nacionalización de los bienes eclesiásticos; secularizó los cementerios, creó el registro civil, y expidió leyes sobre salarios y condiciones de trabajo, pensiones y montepíos y sistema decimal de pesas y medidas. Justo todo lo contrario al plan que las facciones conservadoras tenían.
Maximiliano se veía a sí mismo como una figura de integración nacional, lo que no sólo enojaba a los conservadores, si no también, lo terminó alejando del gobierno francés, quienes se retiraron de México y le quitaron completamente su apoyo. Ya sin el ejército europeo a su lado, no pudo resistir el empuje de los ejércitos liberales de Mariano Escobedo, Ramón Corona y Porfirio Díaz.
Se rindió en Querétaro el 15 de mayo de 1867 y fue fusilado en el Cerro de las Campanas el 19 de junio, junto con sus generales Miguel Miramón y Tomás Mejía. Sus últimas palabras fueron: “Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva México!”
De acuerdo con el acta de defunción expedida, el último emperador de México falleció a las 7:30 horas. Recibió cinco balazos en el cuerpo pero fue aceptada su petición de no recibir impactos en el rostro. Tenía 35 años de edad cuando fue fusilado.
¿Pero realmente terminó de manera tan abrupta la vida de este joven hombre? Circula la leyenda que Juárez le perdonó la vida a Maximiliano porque ambos eran miembros de la logia masónica, lo que se suma a que la princesa Sofía de Baviera, madre de Maximiliano, se negó a reconocer los restos embalsamados que llegaron a Austria luego de una travesía de seis meses. Se dice que Maximiliano se exilió en el Salvador, haciéndose llamar Justo Armas.
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