A inicios del siglo XX las pulquerías abundaban en la Ciudad de México con divertidos nombres, espacios de encuentro y desencuentro.
El pulque, la bebida de los dioses, contra todo pronóstico, ha sobrevivido. Y ahora que se han descubierto sus enormes propiedades probióticas su auge es cada vez mayor.
Su valor era muy importante en las culturas prehispánicas, aunque su uso era más bien ritual, plasmado por ejemplo en el mega mural de Cholula donde se muestra a 100 hombres bebiéndolo. Por su parte, los mexicas lo tenían prohibido para las personas menores de 70 años, salvo en su arista ritual y para los nobles y sacerdotes.
El pulque era representado por Mayahuel, la deidad también alusiva a la fecundidad. La asociación no era mera suerte, ligada al maguey, esta diosa alimentaba a sus hijos, confiriéndole así una vital importancia.
Luego de la llegada de los españoles su uso se propagó, y debieron de tomarse medidas para regular su ingesta, aunque el gusto por ella fue más grande. Para el siglo XIX habían nacido las grandes haciendas pulqueras, que enriquecieron a muchos.
A finales de ese siglo y comienzos del siglo XX tomar pulque era habitual, aunque a mediados de este último inició una documentada campaña de desprestigio con el fin de crecer el mercado de la cerveza. Con todo, el pulque continuó consumiéndose, y hoy, en la Ciudad de México sobreviven pulquerías como La Risa, fundada en 1903, Las Duelistas de 1912, o bien, Los Hombres sin Miedo, con más de 80 años.
Te presentamos un compendio de fotografías de pulquerías, la mayoría extintas, de finales del siglo XIX e inicios del XX en la Ciudad de México, muchas de nombres ingeniosos y, como suele pasar en este país, tan surreales como humorísticos:
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