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El día que llegó el pan a la Ciudad de México

El pan llegó a la Nueva España por una mera coincidencia.

Concebir la Ciudad de México sin panaderías, hoy, resulta casi imposible. El dulce aroma de pan recién horneado que sale de los locales para viajar por toda la urbe es exquisito, y sin duda, un olor clásico y entrañable que permea la identidad gastronómica de diversos sitios alrededor de la capital.

Pero… ¿cómo y cuándo llegó el pan a la CDMX? Fue justo tras la caída de Tenochtitlán, en 1522 gracias a un hombre llamado Juan Garrido. Héctor de Mauleón narra, en La ciudad que nos inventa, que a partir de aquel momento, la Ciudad de México fue oficialmente fundada.

Aquel hombre era un conquistador negro, que nació en África y más tarde emigró a Lisboa. Pronto, Garrido terminaría en Sevilla como un negro horro (como se les conocía a los esclavos que gozaban de absoluta libertad).

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A principios del siglo XVI, Garrido se unió a las expediciones hacia el Nuevo Mundo. Fue fiel partícipe de la embarcación que corrió a cargo de Nicolás de Ovando, y surcó las aguas de lugares como Puerto Rico y Florida. Finalmente (no se sabe bien cómo o por qué) apareció entre las tropas de Hernán Cortés, con rumbo a nuestro país en 1520.

Poco tiempo después de las lúgubres batallas en México-Tenochtitlán, cuando aquella ciudad “todavía hedía y humeaba”, los españoles comenzaron a recibir diversos productos desde el puerto de Veracruz. Cortés, confiando en Garrido, le encomendó la tarea de limpiar los granos de arroz que arribaban.

Por suerte, u obra del destino, Garrido encontró en alguno de los sacos tres granos de trigo, los cuales no dudó en sembrar de inmediato. Distintas crónicas aseguran que de aquellos granos, solamente uno dio fruto: 47 espigas doradas.

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Finalmente había pan en México, y los españoles, alegres, pudieron saborear de nuevo aquella delicia igual que en su tierra natal. El pan bazo, el birote y el hojaldre fueron algunos de los panes que empezaron a hornearse y desde luego, comercializarse.

Hernán Cortés ordenó que primeramente, se empezara a vender el pan en la plancha de la Plaza Mayor, hoy el Zócalo capitalino. Así que se puede decir que la primera panadería de nuestra ciudad, yacía en el corazón y punto más importante de la misma.

En cuanto el amanecer se asomaba por la capital, los vendedores, que por cierto eran españoles y no indígenas, llegaban a la plaza para vender su delicioso pan. Para lograr la mayor venta, los comerciantes decidieron crear una imagen para que todos los capitalinos pudieran asociarlos con el pan y no otro producto. Así, nació la imagen de un vendedor con una gran canasta sobre su cabeza, desbordándose con pan. Y aunque esta imagen publicitaria ya no se utiliza mucho, cualquier capitalino puede saber que un vendedor de pan se acerca por el simple y sublime aroma que lo acompaña.

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Fuente: La ciudad que nos inventa, Hector de Mauleón.

Imagen principal: 7 boom


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