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Los mesones como antecedentes de los hoteles de paso

¿Se han preguntado cómo llegaron los moteles de paso a la ciudad?

 

Aunque suene difícil de creer, los primeros hoteles de la Ciudad de México se empezaron a erigir hasta después de los movimientos de Independencia. Y cuando decimos hoteles, nos referimos a los edificios que se construyeron ex profeso para alojar a los extranjeros que arribaban a la capital.

Pero antes de los hoteles, estaban los mesones. Eran, como sabemos, una clase de bed & breakfast, donde básicamente se le prestaban camas a los turistas que visitaban la entonces Nueva España.

En 1526, un poblador de la ciudad llamado Pedro Hernández Paniagua solicitó un permiso para inaugurar un mesón al sur de la urbe, que poco a poco comenzaba a habitarse. Aquel hombre fue pionero en el concepto de alojamiento en nuestra ciudad, pues en su mesón, les daba de comer a los huéspedes y hasta les lavaba su ropa.

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Se dice que estos mesones son el antecedente inequívoco de los hoteles de paso, pues también evocaban sensaciones sórdidas y precarias, gracias a sus camas duras y sus insípidas cenas.   

Durante el siglo XX, la ciudad empezó a lanzar campañas en contra de las muestras de afecto en público, es decir, los besos y las caricias que los amantes intercambiaban a plena luz del día alrededor de las calles de la CDMX. Por este motivo, durante aquella época, los hoteles comenzaron a fungir como puntos de reunión para los encuentros amorosos.

Bajo esta premisa, Héctor de Mauleón en la Ciudad que nos inventa califica a Pedro Hernández Paniagua como el responsable de los moteles de paso en la Ciudad de México.

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Naturalmente, los primeros hoteles que se inauguraron en la ciudad tuvieron su destino en el corazón de ésta: el Centro Histórico. Sin embargo, cuando se volvieron los lugares favoritos para las parejas, resultó un poco vergonzoso, pues esta área de la ciudad era muy concurrida. Encontrarse a gente conocida saliendo o entrando al hotel de paso, fue motivo para empezar a inaugurar nuevos moteles al otro extremo de la capital.

Por esto, hoy en día destacan los hoteles de paso de zonas como Tlalpan, Tacubaya, la salida a Cuernavaca y el camino hacia Toluca. Sin duda, es interesante conocer la historia de estos lugares que dan cabida a los encuentros fugaces, clandestinos y finitos.

Se trata de un concepto capitalino que encuentra su nacimiento desde épocas virreinales, y que hasta la fecha, continúa permeando la vida cotidiana alrededor de la urbe, con aromas peculiares, luces neón y terribles amenidades.

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Fuente: Héctor de Mauleón. La ciudad que nos inventa.


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