El Santo Niño Cautivo de la Catedral Metropolitana es el santo de los secuestrados por antonomasia.
Si algo destaca de la idiosincrasia del mexicano, es la vehemente manera en la que profesa su religión. En nuestra capital, una de las más practicadas es la católica. Y aunado a personajes como Jesucristo y la Virgen María, existen otros que son testigos de la gran devoción de los capitalinos: los santos.
Pocos lo saben, pero dentro de la Catedral Metropolitana, se erigen pequeñas y específicas capillas. Y cada una de ellas está dedicada a un santo o a una virgen en especial. Hoy queremos enfocarnos en la Capilla de Nuestra Señora la Antigua, pues cuenta con una especial escultura, que van a visitar las personas que tienen familiares secuestrados.
Se le conoce popularmente como el Santo Niño Cautivo, y es una escultura que data de 1620, de cuando el artista oriundo de Sevilla Juan Martínez Montañés la creó para Francisco Sandoval de Zapata. Ciertamente, en aquella época la imagen del niño no denotaba la captura o el secuestro. Pero su inminente y violento destino lo haría…
Para 1622, Sandoval fue nombrado racionero de la Catedral Metropolitana de México, entonces se embarcó con rumbo hacia la Nueva España. Por desgracia, unos piratas que surcaban el Mediterráneo interceptaron el navío y capturaron al español.
Lamentablemente, el rescate por parte de la Corona se demoró siete largos años. Para aquel momento, Sandoval había muerto. Por fortuna los piratas regresaron sus bienes, entre ellos, la escultura del Niño Santo. Por varias décadas, la figura deambuló por diversas parroquias y templos de la capital.
Alrededor de 1650, los músicos que se encargaban de armonizar las misas en la Catedral Metropolitana solicitaron una capilla propia. Se la dedicaron a Nuestra Señora la Antigua, y debajo de ella, colocaron al Santo Niño. Como recordatorio de su secuestro, le pusieron unas esposas de plata en las manos.
Durante la época virreinal, al Santo Niño lo visitaban muchas madres, cuyos hijos habían sido “secuestrados” por la enfermedad. De igual manera, las personas acudían a él para rezar por los que eran “presos” del alcohol y las drogas.
El culto fue evolucionando, y entrado el siglo XXI (ante la fuerte problemática de inseguridad que atravesó el país), el Santo Niño se volvió el patrón de los secuestrados. Y pese a que la Iglesia católica no lo ha reconocido como tal, por antonomasia, así se le conoce entre la comunidad fervorosa que frecuenta esta pequeña capilla de la Catedral.
Fuente: La ciudad que nos inventa, Hector de Mauleón.
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