Durante el siglo XIX, Balderas constituía una de las mejores arterias citadinas.
Los años que siguieron a la Guerra de Reforma fueron testigos de un cambio relevante en la infraestructura de la capital. Del siglo XIX, Balderas fue una de las más recientes e importantes. Su trazo se le atribuye a un presbítero llamado Andrés Davis, quien heredó de su familia el convento de San Diego.
El sacerdote decidió segmentar la parte trasera de la edificación, para posteriormente dar cabida a una nueva calle. El trazo pronto se convirtió en un auténtico camino, una avenida que vio la llegada de residencias y comercios.
Para aquella época, el topónimo de la calle era Rinconada de San Diego. Y justo cuando el siglo XX iba a entrar, el Ayuntamiento optó por alargar el recorrido hasta lo que hoy conocemos como la Ciudadela.
Durante los primeros años del nuevo milenio, Balderas comenzó a llenarse con parroquias, instituciones, centros culturales, mercados, bodegas y otros edificios.
En 1913, los que apoyaban a Félix Díaz tomaron la Ciudadela, y por varios días estuvieron lanzando cargas de artillería con destino al Palacio Nacional, como protesta en contra de Francisco I. Madero. Así, Balderas quedó en medio de una batalla de fuego. La calle que alguna vez había sido admirada por muchos, había quedado en ruinas.
Por fortuna, la construcción de nuevos edificios le volvió a otorgar un valor entrañable a Balderas. En 1926, Plutarco Elías Calles inauguró la Comisión Nacional de Irrigación. Dos décadas más tarde, abrió el afamado restaurante Tampico, creador del famosísimo filete a la tampiqueña. Para mitad del siglo XX, el Real Cinema abrió sus puertas, lo cual hizo de Balderas una calle concurrida entre los capitalinos.
De igual manera, la calle fue testigo del incipiente turismo. Varios hoteles se empezaron a erigir sobre sus costados. Balderas, sin duda, se había posicionado como una de las arterias más importantes y conocidas de la urbe. Bares, librerías, cafés, tiendas de moda, tabaquerías y oficinas abundaban por la calle.
Lamentablemente, con el terremoto del ´85, la avenida volvió a decaer. No obstante, poco a poco ha logrado levantarse. Sin duda, la llegada del Metrobús fue un hito para Balderas, pues se trató de un avance y una aportación necesaria en aquel largo camino.
En cuanto al nombre, es un homenaje a Lucas Balderas, un general que murió en la Batalla del Molino del Rey, durante la Intervención estadounidense. Hoy remembramos con añoranza esta calle con la imagen de un cañón. Aunque no data de hace muchos siglos, Balderas es una de las calles con más historia de toda la Ciudad de México.
Con información de: Hector de Mauleón, La ciudad que nos inventa.
Imágenes: La Ciudad de México en el tiempo.
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