La leyenda de un lugar que poco a poco se ha desmoronado.
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En un cuento escrito por Ray Bradbury llamado: vendrán lluvias suaves, el autor norteamericano explora qué pasaría con la tierra si un día los humanos desaparecen y dejan abandonadas sus construcciones, sus casas, sus coches. En una parte del relato dice: A nadie le importará, ni a los pájaros ni a los árboles/ si la humanidad se destruye totalmente/la misma primavera al despertarse al alba apenas sabrá que hemos desaparecido.
Aunque nunca podremos saber con certeza qué pasará cuando la humanidad desaparezca de la faz, hay una plaza comercial, cerca del paraíso urbano de Satélite, que nos sumerge a esta realidad apocalíptica; su nombre es Acrópolis y lleva más de veinte años abandonada.
Este lugar se construyó en el año 1990 con la intención de abastecer a los vecinos de la zona de Naucalpan y estuvo abierto sólo cuatro años. En ese tiempo, cientos de mexiquenses compraron ahí, en alguno de los 500 locales que tenía: zapatos, ropa, videocaseteras, casetes, y demás objetos no necesarios para alimentar el deseo capitalista de finales del siglo XX.
Pero además de sus comercios, Acrópolis se distinguía de las otras plazas comerciales debido a que su singular arquitectura destacaba en el paisaje y forzaba a los transeúntes a voltear la vista y contemplar el inmueble durante largos minutos, entre otras cosas porque este bazar fue construido como una réplica pobre del Partenón que vive en Atenas.
En la entrada, este centro comercial recibía a sus visitantes con un profuso número de escalones blancos que custodiaban cuatro columnas de pasta y una puerta que parecía sacada de otra época, que en la parte superior tenía alguna leyenda escrita en griego. Una vez adentro de Acrópolis las personas comúnmente se dirigían al salón principal en el que los esperaba un enorme tragaluz en forma de estrella que en el día proyectaba figuras en el suelo.
Sin embargo, un día sin previo aviso este lugar cerró sus puertas para siempre. Aunque nadie sabe por qué al respecto hay una serie de rumores que aseguran que la clausura de la plaza se debió a que los dueños quedaron en quiebra tras la crisis que vivió México en 1994. Otros, los fanáticos de las teorías de la conspiración, dicen que la propiedad era usada para lavar dinero, y por eso nadie nunca reclamó por ella.
Lo cierto es que debido a este repentino cierre, con los años Acrópolis se llenó de humedad, de grafitis misteriosos en las paredes y de una serie de visitantes en busca de una anécdota escabrosa, que ocasionalmente se internaban en las ruinas para contemplar el pasado, escandalizarse con el estruendo que hacen las paredes debido al abandono y visitar alguno de los espacios ambiguos que hay entre sus pasillos.
En algún momento Café Tacuba, escogió este desolado paisaje para grabar ahí uno de sus videos. Acrópolis también fue la sede para un concurso de gotcha que se hizo en Naucalpan y se convirtió en el escenario perfecto para entusiastas de la fotografía en busca de inspiración.
Actualmente el lugar es una mezcla perfecta de cuento de terror y ruinas que todo mexicano ama. Las columnas se han deshecho poco a poco, algunas ya están quebradas a la mitad. De los juegos que había para los niños en la entrada, sólo quedan estructuras de madera dignas de un relato de miedo. Las paredes están rayadas y en el piso hay objetos noventeros desperdigados.
Los inquilinos recurrentes de Acrópolis no saben el pasado del sitio, pero aseguran que ir ahí es como visitar el futuro del tierra sin humanos.
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