Desde su apertura, el bosque ha sido uno de los lugares preferidos de todo capitalino.
Hablar del origen del Bosque de Chapultepec es hacer alusión a la época precolombina, de cuando Moctezuma mandó plantar los ahuehuetes en las zonas aledañas a los manantiales que solían brotar de los cerros que envolvían a Chapultepec (un término que evolucionó del náhuatl “chapoltepēc” y quiere decir “el cerro del chapulín”).
Este mítico bosque ha sido testigo de importantes acontecimientos para la historia del país, como la construcción del afamado Palacio Virreinal en el siglo XVIII, la Guerra de Intervención Norteamericana en 1847 y la inauguración de diversos museos hacia mitad del siglo XX.
Pero sin duda, al bosque, primeramente se le concibe como un parque urbano. Y esta vocación nació el 1 de octubre de 1907, cuando literalmente sus puertas se abrieron para darles la bienvenida a todos los capitalinos.
El bosque era ya un lugar entrañable para los habitantes de la ciudad, pero Don Porfirio Díaz quería volverlo un parque de su tiempo. Para lograr este cometido, junto con el ministro Limantour, plagó el espacio con banquetas, calzadas y más de 50 mil árboles. También se mandaron a erigir quioscos, monumentos escultóricos y fuentes.
Desde luego la creación de los dos lagos artificiales era de las cosas que más emocionaban a los capitalinos, pues aquellos espejos de agua le otorgarían un especial, hermoso y disfrutable detalle a todo el Bosque de Chapultepec. Cabe mencionar, que en aquella época seguían existiendo los tranvías. La ruta que partía del Zócalo y pasaba por Reforma dejaba a los citadinos en la entrada principal del bosque, para que los fines de semana pudieran gozar de un auténtico día de campo.
Según las crónicas y los reportajes de los diarios del tiempo, la inauguración fue evento memorable. A éste, asistió el secretario del Estado norteamericano Elihu Root, además de que se ofreció un sofisticado banquete. Embajadores, científicos, banqueros y otros miembros de la aristocracia capitalina arribaron a la apabullante inauguración en carruajes desde el Paseo de la Reforma.
Los lagos habían sido decorados con luces de colores, para que en la noche el evento se volviera más bien un asombroso espectáculo. Varias canoas aguardaban en las aguas, con hombres y mujeres vestidos con trajes típicos del país tocando danzón para amenizar la velada.
Desde aquel momento, el Bosque de Chapultepec se convirtió en un lugar para todos los niveles socioeconómicos: la aristocracia se encargó de fundar clubes hípicos y náuticos, restaurantes y espacios para conciertos; mientras que las clases media y baja lo adoptaron como un destino recreativo, donde vendían dulces y antojitos al mismo tiempo que recorrían de forma desenfadada los parajes que constituían aquel lugar.
El Bosque de Chapultepec es hoy el parque de todos. Allí convergen los hitos históricos más importantes para nuestra ciudad. Además, funge como el pulmón verde de más relevancia de la urbe. Pasear por sus caminos es verdaderamente una travesía reconfortante, pues cada respiro de aire puro evoca un espacio milenario, que desde hace siglos ha funcionado como un destino místico, nacionalista y recreativo.
Fuente: Hector de Mauleón, La Ciudad que nos inventa.
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