“La Estrella de México” era el sobrenombre de una bella y trágica mujer que habitó el Centro Histórico de la CDMX.
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El Centro Histórico de la gran Ciudad de México es, y ha sido durante siglos, inspiración y escenario de leyendas y mitos de toda clase; y no es un hecho fortuito, se trata de un lugar no solamente bello, sino misterioso e indescifrable, lleno de tradición y un espíritu poderoso alimentado del pasado.
De todas las leyendas que conocemos del histórico corazón de nuestra ciudad, una de las más tristes y descarnadas es la de la Estrella de México, una mujer de una tremenda belleza, cuya trágica historia aún inunda de una inadvertida melancolía la esquina de Argentina y Luis González Obregón.
Durante el Virreinato, vivió en el centro de la capital de la Nueva España una mujer llamada Clara, famosa por su impresionante belleza. En algún punto, y a causa de la mejora de salud de la Virreina, las familias nobles de México fueron llamadas a una fiesta en la corte. Esa noche, Clara acudió con su familia y llamó la atención del hijo del Virrey, quien inmediatamente comenzó a cortejarla y la bautizó como la Estrella de México.
Esa noche, cuando Clara volvió a su casa, se encontró con Gonzalo, su amado, y comenzó una plática amorosa con él. Cuando éste se iba, un hombre joven que cubría su rostro se acercó a él y le prohibió acercarse a la joven, proponiéndole un duelo, que se llevó a cabo en lo que hoy es la Plaza de Santo Domingo.
Al día siguiente, Clara se enteró por su madre de que un joven había sido asesinado en un duelo la noche anterior y que nadie sabía quién había cometido el fastuoso asesinato. Ese mismo día, el Virrey acudió a casa de Clara a pedir la mano de la joven para su hijo, disculpándose por la ausencia de éste, que se debía a la fiesta de la noche anterior. Ella, confundida, pidió tres días para pensarlo.
Como la casa de Clara se encontraba al lado de un convento, las dos mujeres no tardaron en enterarse por los funerales de que el hombre que había muerto era Gonzalo, y que los religiosos celosamente guardaban en secreto la identidad del joven que lo había matado.
Con el corazón roto, Clara pidió a su madre permiso para convertirse en monja. La madre propuso a su hija que pidieran a las religiosas del convento le permitieran a la joven tomar los hábitos y quedarse en su casa, cerrando todas las puertas y ventanas de ésta, y abriendo una puerta que comunicara la casa y el convento. La madre entonces habría de irse a su hacienda fuera de la ciudad.
Clara, la Estrella de México, paso el resto de su vida encerrada en su casa del centro de la capital, dedicada a sus tareas religiosas, mientras su luz se apagaba poco a poco.