La pintura llegó a América en medio de la Guerra Civil Española.
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Hace muchos siglos llegó al mundo un pintor genial cuyos cuadros cambiaron por siempre el paraíso del arte medieval español, su nombre fue Doménikos Theotokópoulos, mejor conocido como El Greco. Este destacado artista nació en Creta en 1541 y perteneció a una familia clásica Fenicia.
En su isla natal, El Greco se formó como pintor de iconos religiosos: santos, vírgenes y demás emblemas cristianos que estaban tan de moda en la época por la influencia de Miguel Ángel. Imágenes realistas que transmitían de una forma clara lo que se quería expresar del mensaje bíblico a los analfabetos.
Pronto El Greco se fue a Italia, la cuna del arte. Desde sus primeros días fue un pintor original, que empelaba el color de una forma poco común, situaba a los personajes de una manera única y le daba especial importancia a la luz. La fama que encontró en Venecia le permitió irse a España donde trabajó para Rey Felipe y más tarde que temprano se convirtió en leyenda, en uno de los artistas más importantes de todos los tiempos.
Su legado fue tan atemporal, que sus cuadros todavía se encuentran en la colección permanente del connotado Museo del Prado y son un referente muy importante para los historiadores ya que en ellos se puede apreciar una combinación de diseño manierista (un movimiento artístico que caracteriza por el exceso de elementos) y los colores venecianos, algo único en el mundo.
Este destacado personaje murió en España a los 73 años, y dejó al mundo una herencia pictórica de un valor inmenso, en la que se incluyen decenas de cuadros perfectos, no hay una palabra mejor para definirlo. Entre todo lo que quedó del Greco hay un óleo maravilloso de 1600, que representa al apóstol San Andrés trabajando en Toledo.
Este cuadro permaneció en una colección privada en España durante siglos, hasta que la Guerra Civil Española forzó su exilio a Nueva York, donde años más tarde una familia mexicana lo compró y lo guardó en una casa de Coyoacán por más de cinco décadas sin que saber que esa imagen era tan importante era de uno de los pintores más importantes del mundo.
El San Andrés mide 135 x 89.7 y llegó a las manos de una serie de conservadores de la CDMX, que trabajan en una asociación llamada Los Contemporáneos A.C, que tras un estudio minucioso llegaron a la conclusión de que esta obra la había pintado El Greco. Para llegar a esta conclusión, se hicieron durante más de dos años una serie de análisis químicos, genealógicos, y radiológicos que pronto confirmaron lo que parecía una teoría loca.
Según comentó la gente de Los Contemporáneos, la obra llegó a ellos maltratada, sin documentación y muy opaca, por eso, el destacado restaurador José Sol se encargó de limpiarla y de rescatar la tela y la madera del bastidor. Después de este trabajo se considera que el cuadro se valuará en millones de dólares.
Actualmente la pintura del Greco se encuentra en una bodega y se está en pláticas con la Secretaría de Cultura para próximamente presentarlo en un museo de la CDMX.
Fuente: Revista Proceso