Sobre las obras pictóricas de Orozco y dónde se encuentran…
Aunque oriundo de Jalisco, José Clemente Orozco se volvió capitalino desde muy temprana edad. Ya en la Ciudad de México, su familia comenzó a vivir en una casa aledaña a una imprenta, donde se hacían grabados del gran José Guadalupe Posada. Fue así como empezó a interesarse por la pintura, aunque también fue matemático y agricultor.
Primero tomó clases de dibujo por las noches, en la Academia de Bellas Artes de San Carlos. Sus primeros trabajos radicaban en la litografía, pero pronto exploraría la hermosa corriente del muralismo, hasta volverse un emblema internacional y experto de esta fantástica técnica.
Su primera exhibición individual data de 1916, en la librería Biblos de la capital. Un año después, se fue a Estados Unidos, donde vivió por un tiempo en ciudades como San Francisco y Nueva York pintando distintos frescos para universidades. En 1922 se unió con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros en el sindicato de pintores y escultores, con el objetivo de recuperar y enaltecer la pintura mural, aquel movimiento tan propio de la cultura mexicana.
Gracias al muralismo mexicano, las demandas políticas y sociales se volvieron mucho más radicales, y las obras comenzaron a fungir como lecciones didácticas hacia el pueblo mexicano. Temáticas como nuestro pasado indígena, la salud, la opresión, la clase media y la ideología de izquierda se encontraban en los murales de la época, que hasta la fecha siguen cautivando a cualquier empedernido del arte nacional. José Clemente Orozco es quizás uno de los más importantes muralistas, y vale la pena conocer sus obras más icónicas para comprender mejor su estilo y postura…
Dioses del mundo moderno
Se trata de una obra que formó parte de una serie de murales que Orozco llamó La época de la civilización americana. Dicha colección fue hecha de 1932 a 1934, y se plasma en la biblioteca de Dartmouth College en New Hampshire. La pintura hace alusión al conocimiento inútil.
La Trinchera
En el Antiguo Colegio de San Ildefonso se desdoblan 27 murales de Orozco, entre los muros, los techos y las escaleras. Uno de los fragmentos más famosos es la escena de la trinchera, donde tres hombres dejan caer su cuerpo sobre una piedra que recoge el dolor de su lucha.
Omnisciencia
Dentro de la bellísima Casa de los Azulejos, en el Centro Histórico, se encuentra este mural en una de las escaleras. La pintura fue un encargo de Francisco Sergio Iturbe en 1925. Se trata de un fresco alegórico, con composición, evocaciones esotéricas y una referencia a la tradición griega.
Prometeo
Durante su estancia en Estados Unidos, Orozco llevó a cabo este magnífico mural en 1930. Se halla en Pomona College, en el estado de California. Prometo llega con los humanos a presentarles el fuego, como un valioso regalo que se ha hurtado de los dioses.
El Hombre en Llamas
Esta es quizás una de las obras más conocidas y plausibles del pintor. La imagen representa a nuestro pasado prehispánico, con sus costumbres primitivas y sangrientas. Al mismo tiempo, es una crítica a la corrupción que atravesaba el país. Se ubica en la cúpula del Hospicio Cabañas en Guadalajara, donde embelesa a cualquier persona que lo descubra mirando hacia arriba.
Katharsis
Muestra la anarquía, y la situación de la represión social. Máquina y hombre, ambos armados en una pintura que con dinamismos fantásticos habla sobre los conflictos humanos que tienen como resultado la destrucción. Hoy adorna uno de los muros más importantes del Museo del Palacio de Bellas Artes.
Bombardero en picado y tanque
Por un encargo especial del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York, Orozco pintó este mural ex profeso para la exposición Veinte siglos de arte mexicano. La pintura la protagoniza el fantasma de la guerra, uno de los enemigos más recurrentes para la humanidad.