Roberto Bolaño formó gran parte de su estilo en la Ciudad de México, y nos legó consejos prácticos para que te liberes y escribas: solo leyendo antes.
Podría decirse que, de los medios de expresión más generosos, está el escribir. Allí, en la intimidad, sin importar si lo que se escribe es bueno o malo, uno puede simplemente “decirse” cosas. Escribir es una manera de hablar con uno mismo, y hacerlo en una especie de sencillísimo ritual, que solo exige pocos recursos físcios y la voluntad de hacerlo.
Por ello no es extraño que entre las intimidades de todos figuren líneas secretas, dichas, simplemente, para la vida y el espíritu propio, pero, ¿y si en una de esas, y sin pretensiones te atrevieras a comenzar a escribir historias, y, naturalmente comenzar con historias cortas?. Sin expectativas artísticas, escribir es simplemente el medio de expresión menos exigente, siendo su discresión su principal magnetismo, vinculado, además, con momentos personalísimos, de introspección, donde uno puede ser lo que sea entre la abstracción y las líneas.
Y para ello, ¿Qué mejor que Roberto Bolaño? El escritor chileno que se consagró en los últimos años como un clásico y que forjó su talento en la Ciudad de México, siendo esta la protagonista de sus novelas más admiradas Los Detectives Salvajes y 2666. A Bolaño se le considera un hijo de esta ciudad, y por ello, se le siente cercano, siempre que se le lee, o se le nombra.
Hoy te comparimos los consejos de este célebre autor para escribir historias cortas, resultado de un ensayo en el que coincide con otros grandes como Jorge Luis Borges: sé más un lector que un escritor:
- Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.
- Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
- Cuidad la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.
- Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
- Lo repito una vez más por si no ha quedado clar a Cela y a Umbral, ni en pintura.
- Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.
- Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!
- Buen lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
- La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.
- Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.
- Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.
- Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.
Imágenes/ 1)© Hereus de Roberto Bolaño