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La historia del primer criminólogo en México

Alfonso Quiroz ayudó en el asesinato del ex líder de la revolución rusa, León Trotsky.

 

La vida de Alfonso Quiroz comienza en Chihuahua el año de 1910, a comienzos de la Revolución Mexicana. Su padre, un conductor de ferrocarril, viendo su entorno migraría junto a su esposa, Alfonso y sus hermanos a Tamaulipas, donde viviría sus primeros años. No obstante, su instancia en aquel lugar no sería tan grata debido a la muerte de su madre cuando él tenía 14 años y luego del asesinato de su padre a manos de uno de sus compañeros de trabajo.

En 1929 se muda a la capital del país para ingresar en la Escuela Médico Militar y estudiar medicina legar, al mismo tiempo que hacía su servicio militar en el Servicio Médico Forense y llevaba a cabo las primeras investigaciones de origen criminológico que había en el país.

Al finalizar su carrera se encuentra en una vertiente: si dedicarse a la medicina por completo o tomar el camino que le habían dado sus años de formación con los forenses. Para este punto la muerte de su padre haría que Alfonso tomara la opción de convertirse en la primera persona dedicada de lleno a la criminología.

Ya estando ejerciendo su carrera recibe a Raúl Carrancá y Trujillo, maestro de derecho en Ciudad Universitaria y juez de un juzgado en Coyoacán, quien le informaría que la madrugada anterior -el 20 de agosto de 1940- León Trotsky, el revolucionario ruso que vivía exiliado en México, se encontraba en coma debido a un intento de asesinato en su casa. Carrancá le pediría que hiciera un examen de personalidad del criminal Jacques Mornard, nombre que Trotsky le dijo a su esposa antes de caer.

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Después del fallecimiento de Trotsky, el escándalo internacional y el diagnóstico en el que había cooperado Alfonso para que el asesino estuviera tras las rejas, el criminólogo se quedaría con una suma de dudas que lo harían sentir que el caso aún no se encontraba resuelto del todo, así que 10 años después demostraría por su cuenta que Mornard en realidad no se llamaba así, sino José Ramón Mercader y que era de origen español, lo contrario a lo que decía su pasaporte. De igual manera, se revelaría que en Barcelona, por la época de la Guerra Civil Española, había conocido al muralista David Alfaro Siqueiros, quien sería el contacto con el en México. 

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Asimismo, en 1942 el caso de Gregorio “el Goyo” Cárdenas sacudió al país, después de haber confesado haber matado a su esposa y a otras tres mujeres, además de haberlas enterrado en su patio. A pesar de todo lo dicho por el criminal y la simpleza que este significaría vendría una contradicción del asesino al decir que todo había sido debido a unas voces de su cabeza. Alfonso, quien era uno de los designados por el juez para la resolución del caso, sugeriría que se le inyectara “un suero para decir la verdad”, cosa que no funcionaría del todo, ya que luego de que se le suministrara pediría que se le dejara en paz, debido a que era un ser atormentado. 34 años después, cuando Cárdenas salió en libertad, argumentaría que estaba sano y que todos los que lo inculparon de ser un psicópata se habían equivocado, incluyendo a Alfonso.

Es importante recordar la historia de Alfonso Quiroz Curaron -quien fallecería a consecuencia de un infarto en el miocardio- debido no sólo a sus estudios en el rubro de la medicina forense, sino también por ser uno de los doctores que sentarían las bases para que las carreras de criminología y criminalística se crearan por todo el país.