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Algo sobre la única calle solitaria que hay en el Centro Histórico

Un recorrido por el misterioso Callejón de San Ignacio y sus alrededores…

A un costado de la plaza de las Vizcaínas y a espaldas de San Juan de Letrán, la famosa calle especializada artículos electrónicos, hay una arteria desolada que mantiene su arquitectura y sus rincones varados el siglo XVIII y que a pesar de su belleza es poco conocida por los capitalinos en general.

Este solitario y misterioso espacio de la Ciudad de México lleva el nombre de Callejón de San Ignacio.  Una calle muerta, que prácticamente no permite la entrada a nadie, puesto que sus accesos están cerrados y todos sus inmuebles están entre abandonados y deshabitados, lo que a pesar de estar en el Centro Histórico la hace profundamente silenciosa.

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Si uno recorre esta arteria se encontrará con una serie de ventanas viajas desperdigadas por el lugar desde las que se ven una serie de bodegas. Verá también una serie muros tapiados que están ahí donde alguna vez hubo balcones. También se topará con las ruinas de lo que tal vez fue una casa y ahora es un espacio tan interesante como tétrico.

En el centro del callejón vive un edificio neoclásico, cuya construcción se remonta a los años treinta. Su fachada se mantiene en pie, como si no supiera que la han abandonado, llena de azulejos y los acabados perfectos que conservan la belleza de otro tiempo, uno en el que muchas personas la contemplaban y quizá pasaban su vida adentro, no se sabe.

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La historia de esta calle, se remonta a la Colonia. Según algunas crónicas antiguas, este barrio era el lugar por el que entraban diversos productos a la Nueva España y eso provocó que se llenara de bodegas, comercios y hasta de basura. También era el sitio donde los conquistadores lavaban sus caballos, y en el que estaba antes el Mercado de San Juan.

Este barrio era muy pobre, lleno de lodo y penumbra. Era tan decadente y había tanta marginación que fue el lugar que tres burgueses de origen vasco escogieron para poner una escuela que corrigiera “la mala educación” que tenían las españolas pobres de la antigua capital de México.

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Así nació el célebre Colegio de las Vizcaínas, un recinto educativo fundado en 1776. La construcción estuvo a cargo del arquitecto barroco llamado Lorenzo Rodríguez, que encomendó el inmueble a Ignacio de Loyola un santo que descansa en la fachada y fue coloreado por un pintor que cobró 30 pesos.

Cabe mencionar que en su inauguración, el Colegio de las Vizcaínas contaba con 60 estudiantes españolas pobres y desamparadas, cuyas edades oscilaban entre los 4 y los 60 años. Ahí, aprendían música, ciencia y demás oficios cotidianos que las habilitaban para llevar una casa. Entre las alumnas famosas que pasaron por esta escuela está Josefa Ortiz de Domínguez y la actriz Sara García.

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Más allá de la escuela y lo importante que es para la Ciudad de México, en el siglo XX el Callejón de San Ignacio siguió silenciosamente a la historia de la capital mexicana y en distintos momentos sirvió para cubrir diversas necesidades. Pero, fiel a su origen en alguna década se volvió a llenar de bodegas, que antes guardaban carbón y leña, y ahora resguardan la cuantiosa mercancía electrónica que se vende en la Plaza de Meabe.

Quizá sería importante preguntarnos ¿qué será de estos contenedores dentro de un siglo? ¿Qué mercancía del futuro almacenarán?

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