Tlacaélel y Citlalmina, una inspiradora historia de amor mexica

Una pareja cuya intensa fidelidad suscitó la consolidación del Imperio Azteca.

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En el libro Tlacaélel, el Azteca entre los Aztecas, el autor Antonio Velasco Piña narra la historia de cómo este guerrero azteca llegó a convertirse en un importante artífice dentro de la reforma histórica, religiosa e intelectual del pueblo mexica. Pese a que no llegó a ser tlatoani, sí fungió como consejero de tres, entre ellos Moctezuma.

Tlacaélel, cuyo nombre en náhuatl quiere decir “el que anima el espíritu”, logró convencer a los señores mexicas de tomar armas contra los tepanecas. Y cuando se formó la Triple Alianza de Tenochtitlán, Tlacopan y Texcoco, este nuevo movimiento fue dirigido por Tlacaélel hasta la caída de Azcapotzalco en 1428.

citlalmina

Por su parte, Citlalmina estaba enamorada de Tlacaélel, quien no podía establecer una relación con ella por ser un sacerdote de rango elevado en el pueblo azteca. No obstante, ella hace suyos los ideales de su amado, y juega un importante rol en la batalla contra los tepanecas. Citlalmina comenzó a congregar a mujeres para ir a defender los lagos que abrazaban Tenochtitlán. También se dice que educó a las mujeres para que emplearan oficios que normalmente solo hombres realizaban, para que fueran autosuficientes y no esperaran al regreso de los varones para empezar a engrandecer a Tenochtitlán.

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Cuenta el libro que Citlalmina jamás amó a otro hombre, pero lo que más admiraba el pueblo de ella era su compromiso para con el Imperio. Por este motivo, las mujeres obedecían con respeto a sus peticiones.

Pero un día, de manera fortuita, la mujer se casó con un comerciante, que casi todos detestaban por ser un hombre que le faltaba el respeto al gobierno. Esto desconcertó a varios de los que frecuentaban la compañía de Citlalmina, sin embargo, Tlacaelel conocía la razón por la que su amada había tomado esta decisión. Una de las cuñadas de la guerrera le informó al sacerdote que su mujer se había casado para evitar una conspiración que tramaba el gremio comerciante.

Lamentablemente, la batalla se llevó a cabo. Pero gracias a la advertencia, el gobierno emboscó a los comerciantes. Y la noche antes de la lucha, Citlalmina fue asesinada por su esposo. El libro cuenta que Tlacaélel sintió su muerte a distancia, y después de la pelea fue a registrar la casa donde murió solo para encontrar su cuerpo que más que sin vida, parecía estar en un profundo letargo.

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Por el gran aprecio que el pueblo le tenía a la pareja, se llevaron a cabo funerales similares a los de un tlatoani, y la ciudad se llenó de flores.

Sin duda se trata de una historia llena de lealtad, fidelidad y amor, que no solamente se dio entre dos enamorados, sino que también fungió como aliciente para la consolidación de un pueblo que tan ávido estaba de personas con ideales, principios, compromiso y orgullo. Más que relato amoroso, la vida de Tlacaélel y Citlalmina es una inspiración que ha fraguado la historia de la antigua ciudad de Tenochtitlán.

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