Uno de los autores más destacados de México y por si fuera poco, de las letras hispanas…
Carlos Fuentes Macías nació el 11 de noviembre de 1928 en Panamá. Al ser hijo de diplomático, tuvo que vivir en distintas ciudades del continente americano, tales como Montevideo, Buenos Aires y Washington. Fue a los 16 años cuando llegó a la Ciudad de México, ingresando al bachillerato del Colegio de México donde comenzó a colaborar como periodista en una revista llamada Hoy.
Desde entonces comenzó a fraguar su estilo, uno accesible y humanista, pero al mismo tiempo franco y filosófico. Más tarde se graduó de Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, carrera que también influyó en su obra, al apelar a temáticas que dieran cabida al análisis, la opinión y la apertura de conciencias. Novelas como La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz, y ensayos como La nueva novela hispanoamericana y El espejo enterrado son claros ejemplos de que a Carlos Fuentes le interesaba abordar el aquí y el ahora, al cuestionar y ahondar en el aspecto humano que define este universo.
Su trabajo lo hizo acreedor al Premio Rómulo Gallegos, al Cervantes y al Príncipe de Asturias. Además, fue reconocido como caballero gran cruz de la Orden de Isabel la Católica y doctor honoris en universidades como Harvard y Cambridge. Y pese a que no ganó el Premio Nobel, cuando se lo dieron a García Márquez el autor comento: “Cuando se lo dieron a él me lo dieron a mí, a mi generación, a la novela latinoamericana que nosotros representamos en un momento dado. De manera que yo me doy por premiado”.
Todavía tras su muerte en 2012, a Carlos Fuentes se le recuerda como uno de los más grandes escritores no solo de México, sino del mundo de habla hispana. Y para remembrarlo con gusto y cariño, aquí algunas de sus frases más estremecedoras:
“La novela perfecta rechazaría al lector”.
“El muerto no sabe lo que es la muerte, pero los vivos tampoco”.
“Las imágenes del sueño alteran la realidad o la realidad se ve contaminada por el sueño”.
“Quizá fue pudor. Quizá unas ganas de que este amor a oscuras fuese, de verdad, excepcional”.
“A veces dudo que los hombres en realidad nos quieran, lo que quieren es competir con otros hombres y ganarles”.
“Aún no sabe que entre el periodista y el funcionario solo puede haber un diálogo de sordos”.
“México es un país herido de nacimiento, amamantado por la leche del rencor, criado con el arrullo de la sombra”.
“Terminado, el libro empieza”.
“Es que no hay buena revolución que no sea traicionada, solo las malas revoluciones no se traicionan a sí mismas”.
“La mejor manera de esconderse es mostrarse. Si nos buscan creyendo que hemos desaparecido, nunca nos encontrarán en el lugar más obvio”.
“México: las manos vacías de pan pero la cabeza llena de sueños”.
“¿Quieres hacerte viejo? Entonces vive siempre con la misma vieja”.
“Hay pocas mujeres inmaduras y muchos niños disfrazados de hombres”.
“La literatura es mi verdadera amante, y todo lo demás, sexo, política, religión si la tuviera, muerte cuando la tenga, pasa por la experiencia literaria”.
“La palidez de mi amigo no era insólita. Con los años, la piel de su rostro se unió al hueso y cuando movía las manos delgadas la luz las atravesaba sin pena”.
“Los dos serán los fantasmas de su propia juventud, o quizás sea solo el cuerpo el que envejece, encarcelando para siempre a la juventud dentro de ese espectro que llamamos alma”.
“Hay cosas que sentimos en la piel, otras que vemos con los ojos, otras que nomás nos laten en el corazón”.
“Los celos matan el amor pero no el deseo”.
“Dijo que la muerte solo vence a quien no se asombra de ella, la vida también”.
“La herejía es el derecho de escoger… la herejía es la libertad”.