Nada más inquietante que caminar por las calles solitarias cerca del Zócalo…
Si uno tuviera la oportunidad de contemplar el Centro Histórico desde el aire, notaría que sus calles forman una cuadrícula casi perfecta que sólo se rompe por República de Perú, una arteria legendaria que se delimitó de acuerdo a la forma caprichosa de una acequia que corría ahí en el Imperio Mexica.
Y es precisamente en esta calle en la que en 1650 se originó una leyenda de terror que todavía sigue resonando en el presente. Cuentan que en el número 100 de Perú, vivieron en pecado un clérigo y una mujer muchos años. Una mañana el cura descubrió que su mujer había amanecido con herraduras clavadas en los pies y en las manos. Nadie supo por qué o quién lo hizo, pero había charcos de sangre en el piso y el religioso se hincó para pedirle misericordia a dios.
Para continuar este tenebroso recorrido es recomendable internarse en Leandro Valle. En el siglo XIX esta arteria fue la protagonista de un hallazgo terrorífico cuando en una de las tantas remodelaciones que sufrió el Centro Histórico se encontraron 13 momias en perfecto estado de conservación.
Los rostros de dichas momias estaban llenos de terror, tenían la boca abierta y los ojos deshechos. La expresión era tal, que para los que las descubrieron fue fácil leer el tormento de las últimas horas de estos 13 hombres . Los historiadores consideraron que la atrocidad en su semblante de debía a que fueron torturados durante la época de la inquisición.
Si uno continúa la caminata por Leandro Valle, pronto llegará a la emblemática Plaza de Santo Domingo. Ahí en una esquina, se encuentra la aterradora Escuela de Medicina, un edificio que en otra época fue la sede del implacable Tribunal de la Santa Inquisición, y que vio morir dentro de sus muros a miles de personas.
En ese inmueble ocurrió uno de los mitos más antiguos de la capital, el de la Mulata de Córdova. Este relato, cuenta la historia de una mujer profundamente hermosa que según los capitalinos del siglo XV tenía poderes oscuros y hacía trabajos de brujería. Decían que su casa olía a azufre y era común ver desde la ventana indicios de fuego verde.
Como a todas las hechiceras de la Colonia, una madrugada la Santa Inquisición pasó por ella. La encerraron en una celda a que esperara junto a otros su muerte. A la mañana siguiente, cuando un guardia la fue a buscar para llevarla a su fusilamiento la encontró elegantemente vestida. En la pared había dibujado un barco en el que aparentemente se iba a fugar. De repente, el custodio se distrajo y misteriosamente a mulata desapareció, nunca se volvió a saber de ella.
Estas son sólo algunas de las tantas historias turbulentas que viven en las calles principales del centro, no se sabe si ocurrieron, pero hay que tener en cuenta que: cuando el río suena es que agua lleva. Esperamos se hayan inquietado, y ya estén planeando una vista nocturna a el lugar más fascinante de nuestra ciudad.
Foto: Saul López
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