Algunas propuestas de diseñadores neoyorquinos para hacer que las calles sean más amistosas con protestantes.
El “Inauguration Day” de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos suscitó diversas protestas alrededor de varias ciudades del país vecino. Tal fue el caso del Women’s March, donde miles de estadounidenses salieron a las calles para defender los derechos de las mujeres.
Desde este acontecimiento, un grupo de arquitectos y diseñadores le escribió una carta al alcalde Bill de Blasio de Nueva York, para informarle que la ciudad debería hacer las calles más amistosas para los protestantes, porque lo cierto es que las marchas no cesarán, de hecho, podrían hasta ser más frecuentes y más grandes. La pregunta que este colectivo se hacía era simple: ¿Cómo pueden los neoyorquinos diseñar mejores protestas, para hacerlas más inclusivas y accesibles para la población diversa de la ciudad?
Así surgió el concurso “To the Streets”, que buscó la participación de diseñadores y activistas para proponer estrategias imaginativas y viables con el propósito de que los miembros de una comunidad pudieran organizar protestas efectivas.
Los ganadores de dicha convocatoria llegaron a la conclusión de que las protestas masivas, en lugar de ser en un solo lugar, deberían de desenvolverse alrededor de toda una ciudad, para que cada zona o barrio haga su papel desde su trinchera. Se haría de manera simultánea, desde luego, no compartiendo espacio pero sí ideología.
No es ningún secreto que en todo el mundo, los protestantes acaparan espacios públicos como plazas, parques y calles. La idea es establecer puntos de reunión oficiales, que funjan como sitios estratégicos para cualquier marcha o protesta que se lleve a cabo en una ciudad. Pensando en el caso específico de la Ciudad de México, en lugar congregar a cientos de miles de capitalinos solamente en una avenida como el Paseo de la Reforma o una plaza como el Zócalo, cada colonia tendría su punto de reunión, lo cual haría del movimiento una actividad más segura y organizada.
De igual manera, se mandaría un mensaje más concreto, pues se estaría uniendo toda la ciudad pero desde distintos lugares, aunque todos a la misma hora, con el mismo discurso y con los mismos objetivos. La iniciativa pretende usar camiones en los distintos puntos, que liberen un globo gigante y alto de algún color para que vecinos puedan verlo y reconocerlo desde lejos.
Este proyecto apela al hecho de que el lugar importa, y los espacios donde nacen movimientos son tan importantes como los mensajes de éstos. Por esto, la infraestructura de una protesta resulta sumamente relevante para su impacto. Imaginar esto en la Ciudad de México no parece tan imposible, basta con reclutar a gente de cada delegación o barrio para empezar a probar si en efecto esta idea de mini protestas puede llegar a lograr un bien más grande y efectivo.
Fuente: City Lab.