Los coches del Periférico se convertirán en ecosistemas y muchos barrios se cubrirán de lava.
Hace más de seis décadas el autor estadounidense Ray Bradbury escribió un cuento acerca del fin de la humanidad titulado: vendrán lluvias suaves. En éste relato apocalíptico el escritor dice: “A nadie le importará, ni a los pájaros ni a los árboles si la humanidad se destruye totalmente; y la misma primavera, al despertarse al alba, apenas sabrá que hemos desaparecido.”
A propósito de este afortunado momento literario, hace unos años el History Cannel sacó una miniserie llamada Tierra Sin Humanos, un documental futurista que intenta responder una pregunta tan simple como aterradora: ¿Cómo sería el planeta si de pronto desapareciera la especie humana? Para intentar responder este enigma el programa se vale de la valiosa opinión de científicos y de un grupo de imágenes hechas con computadoras que ilustran de una manera muy realista un futuro que nunca veremos.
De todos los interesantes capítulos que componen esta serie, hay uno que se dedica a explorar el Apocalipsis en Latinoamérica. ¿Qué pasaría si un día los 700 millones habitantes de la región se fueran? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que el legado de nuestras culturas se desvaneciera en el tiempo? ¿Qué sobrevivría?
Para dilucidar esta interrogante en el caso específico de la Ciudad de México se juntó la opinión de geólogos y geógrafos de la UNAM que durante una hora hicieron el ejercicio de analizar e imaginar el porvenir de la esta capital inmensa durante los próximos 2 mil años.
Según estos especialistas, cuando los chilangos se ausenten para siempre colapsarán dramáticamente todos los sistemas, provocando una calamidad. Por ejemplo, las 50 toneladas de basura que se generan al día en este lugar del mundo no serán recolectadas. lo que generará cepas de bacterias desconocidas y un olor pestilente en el aire.
Además de los olores, la mayor parte de las mascotas morirán. Sólo quedarán vivas aquellas criaturas que sepan salir de la vivienda en la que se encuentren y se enseñen a ser autosuficientes rápido. Diez años después de la extinción de sus dueños, los perros y los gatos volverán a su estado feral y no recordarán sus comodidades actuales.
En términos geológicos también habrán cambios. Es muy probable que sin la irrupción de los homo sapiens, los volcanes que rodean esta metrópoli se vuelvan más activos y que en unos siglos barrios como San Ángel, Xochimilco y el Pedregal se llenen de lava. También es altamente plausible que dichas erupciones generen fallas en la tierra propiciando estrepitosos terremotos que se encarguen de destruir los edificios que queden en píe, incluyendo el WTC y la emblemática Torre Latinoamericana.
Asimismo, los ríos que están debajo del piso emergerán, y el Zócalo y el Paseo de la Reforma quedarán debajo del agua casi en su totalidad. La columna del Ángel de la Independencia, por su parte, se quebrará y la insignia dorada de la Ciudad de México terminará en el fondo de un lago inmenso.
Los coches que todos los días atascan el Periférico se quedarán estáticos en la mitad del camino y pronto sean la sede de una serie de ecosistemas habitados por plantas, animales desconocidos y árboles crecidos en el pavimento del controvertido segundo piso.
2000 años después de que los hombres dejen la tierra, la capital de México volverá a sus días transparentes y será casi tan hermosa como en los viejos tiempos. Ya no habrá contaminación y los xoloescuincles caminarán sobre todo nuestro presente.