La historia de una jornada que no se repetirá en mucho tiempo…
Durante sus cinco siglos de historia la CDMX ha atravesado toda clase de eventos extraños que han reunido a los habitantes en una sola causa. Entierros de celebridades famosas, asesinatos de personajes históricos, ostentosos desfiles para celebrar nuestras fiestas patrias, ayuda a los damnificados del terremoto, y hace 25 años los capitalinos se unieron para contemplar el cielo.
El 11 de julio de 1991, la Ciudad de México vivió uno de los momentos astronómicos más importantes de su historia. Ese día de verano poco antes de las 14 horas un eclipse solar, el más largo del siglo XX, irrumpió en la urbe durante seis minutos y 54 segundos, generando una sombra pronunciada que fue observada por millones de personas alrededor del mundo.
Por su parte, para poder atestiguar el fenómeno los chilangos suspendieron sus actividades y subieron a las azoteas para ver cómo el disco lunar cubría el Sol. De un instante a otro llegó la noche, bajó la temperatura, los perros ladraron y los pájaros volaros desconcertados a los árboles.
Los que no pudieron o no quisieron verlo directamente, presenciaron el eclipse desde la pantalla de su televisión donde la programación habitual había sido interrumpida y estaba dedicada a la transmisión absoluta del cielo. Aquella jornada, Jacobo Zabludovsky y Talina Fernández comentaron durante horas los pormenores de lo que pasaba en el firmamento, y contaron juntos los segundos que faltaban para que el eclipse entrara a su fase total.
En tanto, los comerciales oficiales, hechos en el gobierno de Salinas de Gortari, advertían una y otra vez de los riesgos que tenía ver el fenómeno sin la protección adecuada. En aquella época el slogan más conocido y repetido por todos los comentaristas y conductores de radio y tele era: “te puedes quedar ciego.”
Para prevenir que eso pasara, los capitalinos vieron el eclipse atrás de unas tiras de 15 centímetros hechas con filtros de papel metálico, que parecían parte de la indumentaria de una película futurista de los años ochenta. Estos aditamentos se podían conseguir gratis en las clínicas, en los bancos y hasta en las bolsas de papas. Los más creativos hacían sus filtros en casa.
Las advertencias constantes en los medios de comunicación generaraon un cierto pánico en la población. Empezaron a correr por las calles todo tipo de rumores mal infundados que hiperbolizaban las consecuencias del eclipse. Incluso había quieres sostenían que el evento podía hacer daño a las embarazadas y que para contrarrestar sus efectos había que ponerse en la cintura un prendedor de metal.
Por otro lado, para los que creían en la existencia de extraterrestres ese 11 de julio fue muy importante. Según lo reportó el especialista en sucesos paranormales Jaime Maussan, tras el festín astronómico muchas personas vislumbraron a un OVNI (objeto volador no identificado) cruzar el horizonte. Según el comentarista esa figura misteriosa era la prueba clara de los alienígenas al fin habían llegado a la tierra. A la fecha no hay prueba de ello.
Lo que sí se supo con certeza, es que ese evento fue único y casi irrepetible. Quizá por eso, cuando de repente apareció la noche en la mitad del día las personas gritaron de felicidad, sabían que estaban ante algo que sólo se repite una vez en la vida.
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