De cómo el pan se transformó en “besos”, “conchas” y “orejas”.
Concebir a las ciudades que se desenvuelven alrededor del país sin sus clásicas panaderías resulta casi imposible. Y es que cada colonia que constituye a una zona citadina cuenta con su rica panadería, un lugar que invita a cualquier transeúnte a pasar con el solo aroma que emana de sus hornos.
El pan es tan vital en el día a día del mexicano, que su origen data de los primeros años de la Colonia. Llegó, de hecho, por un accidente. En 1522, unos granos de trigo se colaron en una carga de arroz que arribó al puerto de Veracruz. El hombre que los halló no dudó en sembrarlos, y así nacieron espigas doradas que introdujeron la costumbre panadera a la Ciudad de México.
Con la intervención francesa, los panes blancos adoptaron sabores dignos de un repostero. Fue así como el pan fue evolucionando, y como todo en este país, integró aspectos propios de distintas culturas para hacerlos convivir armoniosamente en un solo bocado. Es cierto que el origen se le debe a España, y la costumbre dulce a Francia, pero la variedad tan extensa y colorida que se ofrece en los estantes de las panaderías es puro sabor mexicano.
Y si bien no solo de pan vive el hombre, sin duda se trata de un delicioso manjar cotidiano que ningún mexicano rechazaría. Aquí el abecedario del pan dulce mexicano:
Banderilla
Hojaldre crujiente y azucarado
Beso
Dos panes unidos con mermelada
Bigote
Un cuernito azucarado
Concha
Pan cubierto de vainilla o chocolate azucarado
Garibaldi
Panqué de vainilla y pulpa de chabacano
Gorditas de nata
Panecitos de nata dulce
Gragea
Galletas espolvoreadas y coloridas
Moño
Pan torcido con azúcar
Ojo de buey
Panquecito estilo bísquet
Oreja
Pan de hojaldre azucarado
Piedra
Pan duro con chocolate
Puerquito
Cerdito de canela
Rebanada
Un pedazo de pan con mantequilla y azúcar
Rehilete
Hojaldre y mermelada