Un bellísimo florilegio de José Agustín para reflexionar acerca de la vida y la contracultura.
Pese a que nació en Guadalajara el 19 de agosto de 1944, José Agustín Ramírez Gómez fue registrado en Acapulco, Guerrero, un mes después de haber llegado al mundo. Su carrera universitaria fue muy prolífica, pues estudió letras clásicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dirección en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y composición dramática en el Instituto Nacional de Bellas Artes.
Cuando era adolescente, colaboró para diversos periódicos y revistas. Cabe mencionar, que José Agustín es uno de los fundadores del diario Reforma, y que además, funge como columnista en suplementos como La Mosca y el Confabulario de La Jornada.
El escritor destaca por haber formado parte del movimiento llamado Literatura de la Onda, una generación que surgió hacia la década de los 60 en el siglo XX. El estilo de este grupo radicaba en exponer la contracultura, esa corriente artística que emergió para romper con el status quo de forma rebelde, apelando al quebrantamiento de las reglas. Según Carlos Monsiváis, los llamados onderos encontraban su inspiración en los beatniks y post-beatniks estadounidenses como William Burroughs y Hunter S. Thompson.
José Agustín participó en talleres literarios de Juan José Arreola, lo cual lo ha hecho desarrollarse como un escritor ecléctico que incursiona en el periodismo, el cine y la dramaturgia. Un ejemplo es Tragicomedia mexicana, un ensayo histórico de tres volúmenes que narra los acontecimientos inadvertidos y cotidianos de nuestro país desde 1940 hasta 1994. Por su parte, El rock de la cárcel (obra autobiográfica), relata su estancia en el Palacio de Lecumberri.
José Agustín, ciertamente, constituye una genial oportunidad para descubrir una literatura y un México diferente, que desde la perspectiva de contracultura se antoja mucho más sugestivo e interesante. Aquí algunas de sus frases más estremecedoras:
“Jamás la iba encontrar porque ella no quería que él la encontrara”.
“Le parecía un ídolo azteca, una escultura de obsidiana, nunca había conocido a nadie con un corte indígena tan puro y tan hermosa”.
“Ya estuvo de todos esos pinches estereotipos de México-como-país-de-la-muerte-paraíso-infernal, ¿está bien?”
“La cárcel representa una de las peores derrotas que puedan ocurrir, pero precisamente por eso, por su radicalidad, se puede transmutar en un gran éxito”.
“Se entregaba a él pensando que lo hacía en la piedra de los sacrificios”.
“Las raíces indígenas estaban mucho más a flor de piel de lo que creía y de lo que creían todos los mexicanos”.
“Siempre te dicen que tú eres afortunadísimo de estar aquí, y jamás te dicen que ellos tienen la fortuna de contar con nosotros”.
“Pensó que había perdido las riendas de su vida y que ya todo dependía de factores externos”.
“Era como si fueran dos barajas de rey y reina que están juntos pero mirando en distintas direcciones”.
“Lo que no entiendes es lo que no es aparente, lo que está detrás de las cosas”.
“Eran almas gemelas, de alguna manera los dos estaban mucho más solos que los demás, compartiendo el mismo agujero del abismo”.
“La verdad es que nos gusta fumar para que se enojen los entrometidos en la salud ajena”.
“Creo que si no entiendo lo que escribe mi mujer es que desconozco partes esenciales de ella”.
“Ella casi nunca lloraba, y cuando ocurría era por desesperación, impotencia ante algo que no cedía”.
“La gente se ha convertido en robotitos, se les está muriendo el alma, se han vuelto viejitos cuando en realidad ustedes son un pueblo bien joven”.
“Éramos la pura inercia”.
“Quién sabe cómo se había ido cubriendo de veladuras finísimas, casi imperceptibles, que la fueron aislando de la realidad. Se había ido momificando”.
“Ha sido tu sonrisa un aliciente, y tus ojos (grises, radiantes, bellísimos) los que imperan en mi mente desde que te conozco, los que me harían luchar contra todo si supiera que no los miraría jamás”.
“¿A qué se viene al gabacho? A comprar, ¿no? ¡Pues compraremos! ¡Si París era una fiesta, Estados Unidos era una tienda!
“Ya estabas hasta la madre de todo, y por eso te fuiste, pero a donde vayas es lo mismo, porque la bronca no está en mí ni en nadie, sino en ti”.
Imagen principal: José Agustín.