Sobre la reconstrucción y reconfiguración que se nos viene…
“En el caos hay fertilidad” dijo alguna vez la escritora francesa Anaïs Nin, y en el caso de la Ciudad de México y los tiempos que se viven, esta frase resulta profundamente alentadora. Tras el potente sismo que se vivió en la capital y varios estados aledaños existe una sensación profunda de desazón, casi de orfandad, pero es precisamente el caos que hemos vivido, que nació violentamente en un lapso de segundos, lo que nos abre la posibilidad de repensarnos y reconstruirnos.
La fertilidad que queda después del sismo es una que toca muchos niveles, en primer lugar el social. La gente de México salió a las calles a ayudarse y se generó un nivel de organización ciudadana que pocas veces se había visto antes. Esta iniciativa, que resultó de la unión de la gente, llegó también al ámbito de lo político e incidió en el presupuesto que se tenía asignado a las campañas electorales del año próximo. Esta movilización, pacífica y realizada mayormente a través del internet, es una muestra de lo que los ciudadanos organizados son capaces de lograr.
En esta misma línea, el terremoto pasado resultó en una buena sorpresa en el ámbito de las comunicaciones, pues a pesar de que en muchos momentos la desmesura resultó evidente de parte de algunos medios de comunicación, la creación de redes de auxilio y comunicación resultó en el nacimiento de esfuerzos ciudadanos notables, como el importante acopio de víveres que se logró a través de una fuerte convocatoria desde y a favor de la sociedad civil.
Por otro lado, los diferentes esfuerzos que nacieron de esta tragedia incluyen proyectos innovadores, creativos y generosos dignos de nuestra admiración: casas hechas de bambú para los damnificados, brigadas de arte y entretenimiento para los niños en los albergues, asesoría gratuita de todo tipo, iniciativas para prestar y solicitar un espacio para dormir entre los que perdieron su hogar, y muchísimos otros proyectos en los que la gente utilizó sus capacidades y habilidades, las que fueran, para apoyarse en un acto lleno de dignidad y generosidad.
Finalmente, es verdad que el pasado temblor develó las caras de la corrupción que existe en nuestra ciudad, específicamente en la industria de las construcciones. Todo este caos, que resultó evidente los últimos días dio como resultado un imprescindible sentido crítico, la capacidad de ver qué es exactamente lo que no está funcionado y la posibilidad de transformarlo a través del diálogo con nuestras autoridades.
La fertilidad de la que habla Nin, esa que nace del caos para revolucionar al mundo y transformarlo es evidente (y emocionante) en un México que nació alrededor de las 13:00 horas del pasado 19 de septiembre, y que resultó de una sacudida tanto física como metafórica. Sería importante encontrar la manera de apoderarnos del poder que pudimos ganar y usarlo para transformarnos, no dejarlo ir, aprender de las excepcionales capacidad del pueblo mexicano.