Fue gracias a los inmigrantes del Medio Oriente que nació el delicioso trompo al pastor.
Si algo caracteriza a la gastronomía de todo el mundo, es su cualidad diversa. Se trata de una práctica que se vale de costumbres provenientes de distintas latitudes del planeta para hacerlas convivir armoniosamente en un solo platillo. Así sucede en México, porque si bien varios de nuestros platos típicos nacieron por la tradición mexica, también hay que señalar que existen muchos otros que en realidad son creación extranjera.
Tal es el caso de los tacos al pastor, ese manjar que hace salivar a cualquier transeúnte que se topa con un trompo rojizo mientras recorre las banquetas de la urbe. Es sin duda el alimento más emblemático de la Ciudad de México, y pese a que sí es muy mexicano, sus orígenes se deben a la inmigración libanesa que ocurrió el siglo pasado.
Miles de personas abandonaron las regiones que componían el Imperio Otomano a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En busca de una mejor y nueva vida, arribaron a nuestro país individuos de lugares como Siria y Líbano. Afortunadamente, trajeron consigo elementos de su cultura, entre ellos, su riquísima cocina.
Cabe mencionar, que para la década de los años 30, en México habían varios restaurantes que ofrecían shawarmas entre sus menús. Este alimento se le atribuye a Kadir Nurman, quien tuvo la brillante idea de colocar láminas de carne de cordero en un asador vertical.
Pasaron los años, y aunque esta opción árabe gustaba bastante entre los mexicanos, hacia la década de los 60, los hijos de los primeros migrantes libaneses decidieron darle un giro a su platillo favorito. Se dice que los tacos al pastor nacieron en Puebla, cuando estas personas optaron por cambiar el cordero por cerdo. También se les ocurrió dejar de marinar la carne con vinagre, y mejor bañarla por horas en una salsa de chiles rojos y desde luego, achiote.
La idea del asador vertical se mantuvo, y es que este proceso a fuego lento es lo que le otorga ese sabor tan especial al taco al pastor. Ya solamente restaba reemplazar el pan pita por tortillas de maíz y añadirle complementos como cilantro, salsas y limón.
Es cierto que las taquerías que se desdoblan alrededor de toda la República cuentan con su propio sello, sazón y manera de preparar el taco. Hay quienes coronan el trompo con un trozo de piña, mientras que otros cuantos lo hacen con una cebolla. Sin importar el proceso, esta tradición mexicana-árabe ha perdurado por ya varias décadas, y habla de la riqueza y diversidad que siempre ha definido el semblante de este país. Así que la próxima vez que pidas cinco con todo, recuerda en cada bocado la hermandad que hizo posible este manjar callejero.