Reflexiones sobre lo que implica ser una mujer en una de las ciudades más grandes y complejas del mundo.
Recientes sucesos, entre los que destaca el terrible asesinato de Mara Castilla en Puebla, han encendido a la población y han generado muy necesarias reflexiones y exigencias de muchísimos grupos de personas. Y es verdad, resulta preocupante vivir en un país donde todos los días se encuentran cuerpos de gente asesinada, muchos de ellos del sexo femenino.
La Ciudad de México no es la excepción. Como mujer, vivir en la capital ha cambiado en las últimas décadas y no necesariamente para bien. Aquí no es posible vestir como nos gustaría, hay que cuidar que la falda no sea demasiado corta, el escote demasiado revelador o la blusa demasiado transparente si no queremos recibir comentarios incómodos (en el mejor de los casos). Caminar por las noches en la calle da miedo, y es imposible no estar siempre al pendiente, vivir asustadas.
Al usar el transporte público o estar en lugares con una gran cantidad de personas, las mujeres estamos siempre al pendiente, de manera casi automática, de que quienes nos rodean no se acerquen demasiado o no nos toquen sin nuestro permiso.
Como mujer, es difícil ir a un bar a tomar una cerveza sin dar el mensaje de que estamos buscando compañía (o cualquier otro prejuicio parecido), lo mismo en otros lugares como restaurantes y fiestas, porque la cultura en la que vivimos otorga ciertos derechos a los hombres que de ninguna manera son los mismos para una mujer.
Esto es igualmente cierto en el campo laboral, donde las mujeres deben conducirse con mucha atención para no generar situaciones incómodas que pueden, incluso, terminar en el acoso, que es muchísimo más común de lo que nos gustaría. Con la cuestión de los sueldos es igual, el mismo trabajo hecho por una mujer es más barato que si lo hiciera un hombre, y estamos tan acostumbrados a ello, que ya ni siquiera lo notamos.
Uno de nuestro más importantes derechos como mujeres, además de la más que necesaria igualdad en tantos ámbitos de la vida, es el de poder sentirnos tranquilas, porque sí, vivir sin miedo es difícil en nuestra ciudad.
A pesar de los inconmensurables costos de las injusticias que viven las mujeres en nuestra capital y nuestro país, la polémica y la discusión no violenta emocionan porque parecieran darnos la posibilidad de un cambio, uno que nos podría llevar a vivir en un país, una ciudad en los que hombres y mujeres aprendamos a comunicarnos con respeto y a vivir en circunstancias igualitarias.