A lo largo de los años, Eje Central ha sido testigo del constante cambio que caracteriza al paisaje de la CDMX.
Por su antigüedad e importancia en la capital, el Eje Central se constituye como una avenida con identidad propia, pues se trata de una arteria que recorre distintos barrios emblemáticos, y que además, sus parajes han sido sede de algunas de las edificaciones más icónicas en la historia de la urbe.
El nombre actual que bautiza el largo recorrido es Eje Central Lázaro Cárdenas, pero hubo una época en donde la calle se llamaba San Juan de Letrán, y otra donde la conocían como la calzada Niño Perdido. Ambos topónimos se debían a construcciones de carácter religioso que solían adornar sus espacios laterales.
Torres, plazas, capillas, hoteles, escuelas y hasta palacios han reposado a lo largo de las décadas en Eje Central. Y es que verdaderamente es una calle que ha visto la llegada, y también la partida, de ejemplos maravillosos que no solo permearon la arquitectura citadina, sino también la vida cultural y de entretenimiento de la vida cotidiana.
Tal es el caso de la Plaza Garibaldi, que a inicios del siglo XX se le conocía como Plazuela del Jardín. Antes de que el mariachi se apropiara del lugar, este sitio era un punto donde se reunían niños y jóvenes a jugar partidas de básquetbol.
El arte también se dio cita en Eje Central, pues a unas cuadras del epicentro tequilero de la ciudad, se levanta el Teatro Blanquita en la zona que alguna vez vio los espectáculos del afamado Circo Orrin en el siglo XIX. De igual forma, diversos cines optaron por erigirse en la avenida, como el Cine Mariscal y el Cine Isabel. Los filmes de la llamada Época de Oro atraían a los empedernidos del séptimo arte en este tramo de la calle.
Destaca, asimismo, la llegada del Salón París alrededor de 1920, una cantina que se instaló en lo que solía ser la residencia de la mariscala de Castilla, un inmueble de índole colonial. Cabe mencionar, que alrededor de los años 40 se demolió para darle la bienvenida al Edificio Mariscala, uno que respondía al estilo art decó, la corriente arquitectónica que tanto causó furor en la primera mitad del siglo XX en nuestra ciudad.
La calle también alberga emblemas como el Palacio de Bellas Artes, el Palacio de Correos, el Banco de México, el edificio La Nacional y la Torre Latinoamericana. Y por supuesto, algunos de los restaurantes con más afluencia en la Ciudad de México. La Churrería El Moro es una tradición familiar que desde hace años se han dado a la tarea de ofrecer ricos churros y café caliente a los transeúntes que pasan por la avenida.
Los monumentos también son vestigios distinguidos de Eje Central, como la fuente de Salto del Agua, que surtía el líquido que se extraía de los manantiales de Chapultepec por un acueducto.
Carretas, tranvías y coches han paseado por esta calle, y es que recorrer el Eje Central es como recorrer la historia de la ciudad, pues el viaje se ve rodeado de rastros del pasado y detalles del presente, que hablan del desarrollo urbano que la capital ha atravesado desde su fundación. Sin duda esta avenida existirá muchos más años, y seguirá siendo la casa de la ecléctica vida que define a los habitantes de la metrópoli.
Imágenes: La Ciudad de México en el tiempo.