Los 10 comienzos de novela mexicana más asombrosos de la literatura

“Si este fuera un mundo perfecto, no escribiríamos novelas”

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A pesar de las cuantiosas páginas que conforman una novela, para muchos expertos literarios el párrafo con en el que un relato se inaugura es una de las partes más importantes de una narración. La frase inicial es la bienvenida a un universo paralelo hecho de letras. La frase inicial es para muchos la diferencia entre leer o no leer el libro.

De todas las novelas que forman parte del frondoso árbol literario de México, sólo algunas tienen la posibilidad de trascender el tiempo, de volverse inmortales y reciclarse en el futuro. Y aunque parezca increíble esto tiene que ver en gran medida con el arranque de las historias. ¿De qué manera se puede cautivar al lector desde la primera página? ¿Cómo se hace para que un personaje sea entrañable desde el enunciado inicial? ¿Qué nos revela de un autor con el arranque de su novela?

Las respuestas a estas interrogantes están dispersas en las obras cumbres de la literatura en México. Basta leer ese anuncio clasificado –en segunda personas- de Aura, esa disertación del pasado con la que empiezan las Batallas del desierto o comprender aquel último deseo de una madre moribunda a su hijo en la genial Pedro Páramo.

Dicho lo anterior, vale la pena ahondar en las profundidades de nuestras letras y en honor a esa exploración –que todos nos debemos- sería correcto rendirle un homenaje a los autores mexicanos que han cambiado el curso de la historia y que han dejado para la posteridad los mejores principios. ç

¿Nos acompañan en este viaje literario?

El complot mongol

Rafael Bernal

novelas

“A las seis de la tarde se levantó de la cama y se puso los zapatos y la corbata. En el baño se echó agua en la cara y se peinó el cabello corto y negro. No tenía por qué rasurarse; nunca había tenido mucha barba y una rasu- rada le duraba tres días. Se puso una poca de agua de colonia Yardley, volvió al cuarto y del buró sacó la cuarenta y cinco. Revisó que tuviera el cargador en su sitio y un cartucho en la recámara.”

Pedro Páramo 

Juan Rulfo

novela

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte». Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.”

Farabeuf 

Salvador  Elizondo

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Hoy es un día especial, una hora especial, un instante, aunque sea sólo eso, en que espero ver colmado mi deseo. Debes prepararte con toda conciencia, no sin cierta humildad, a pasar por esa prueba, por esta ceremonia capital. No turbes ya las cosas que nos rodean. Todo es sólo un instante. Mantén tu mirada fija en ese signo que has ideado. Yo hago lo posible por ayudarte. Es preciso que estés dispuesta, que aceptes este sacrificio con todas sus consecuencias; no debes dudar un solo momento de mis buenas intenciones. Quiero, en cierta forma, revelarte un misterio inaccesible; quiero dilucidar, para que tú lo sientas con toda su inexplicable verdad, el misterio que te mantiene inmóvil ante mí.

Vida conyugal

Sergio Pitol

“Fue una suerte tener la casa escriturada a su nombre. Le quedaba un lugar donde refugiarse. El licenciado Paredes le sugirió deshacerse de ella y con el dinero que obtuviese, comprar un departamento que otro cliente había puesto  a la venta en la colonia Nápoles.

-Quedará usted a medio camino entre Coyoacán y Polanco, justo a la mitad de  hasta ahora ha vivido -comentó el abogado. ¡Como si quedar a mitad pudiese aligerar la angustia y el pánico que se habían apoderado de de ella.”

Las batallas del desierto

José Emilio Pacheco

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“Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquél?; Ya había supermercados pero no televisión, radio tan sólo: Las aventuras de Carlos Lacroix, Tarzán, El Llanero Solitario, La Legión de los Madrugadores, Los Niños Catedráticos, Leyendas de las calles de México, Panseco, El Doctor I.Q., La Doctora Corazón desde su Clínica de Almas. Paco Malgesto narraba las corridas de toros, Carlos Albert era el cronista de futbol, el Mago Septién trasmitía el beisbol. Circulaban los primeros coches producidos después de la guerra: Packard, Cadillac, Buick, Chrysler, Mercury, Hudson, Pontiac, Dodge, Plymouth, De Soto. Íbamos a ver películas de Errol Flynn y Tyrone Power, a matinés con una de episodios completa: La invasión de Mongo era mi predilecta. Estaban de moda Sin ti, La rondalla, La burrita, La múcura, Amorcito Corazón. Volvía a sonar en todas partes un antiguo bolero puertorriqueño: Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti.”

Aura 

Calos Fuentes

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“LEES ESE ANUNCIO: UNA OFERTA DE ESA NATURALEZA no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de te que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. tu releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recamara cómoda, asoleada, apropiada estudio. Solo falta tu nombre.”

La sombra del caudillo

Martín Luis Guzmán

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“El Cudillac del general Ignacio Aguirre cruzó los rieles de la calzada de Chapultepec y vino a parar, haciendo rá- pido esguince, a corta distancia del apeadero de “Insur- gentes”.

Saltó de su sitio, para abrir la portezuela, el ayudante del chofer. Se moüeron con el cristal, en reflejos pavona- dos, trozos del luminoso paisaje urbano en las primeras de casas, árboles de la avenida, azul de cielo cubierto a trechos por cúmulos blancos y grandes…

Y así transcurrieron varios minutos.

En el interior del coche seguían conversando, con la animación característica de los jóvenes políticos de México, el general Ignacio Aguirre, ministro de la Guerra, y su ami- go inseparable, insubstituible, íntimo: el diputado Axkaná.”

El testigo

Juan Villoro

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“Le gustó que le tocara el cuarto 33. A ese hotel no había llegado la pretensión de que el cuarto 33 fuera el 303. Además, Ramón López Velarde había muerto a los 33 años y él necesitaba coincidencias. Cualquier dato supersticioso que lo acercara al poeta lo haría sentirse más capacitado. Sabía lo normal acerca de Ramón, lo cual equivalía a nada. Todo mundo sabía todo de él.

En cambio, su propio nombre, escrito en la tarjeta de registro del hotel, le produjo repentina extrañeza: «Julio Valdivieso», leyó en silencio, como si tuviera que cerciorarse de que regresaba en representación de sí mismo.”

Balun Canan

Rosario Castellanos

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“—… Y ENTONCES, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria. Desde aquellos días arden y se consumen con el leño en la hoguera. Sube el humo en el viento y se deshace. Queda la ceniza sin rostro. Para que puedas venir tú y el que es menor que tú y les baste un soplo, solamente un soplo…

—No me cuentes ese cuento, nana.”

Porque  parece mentira la verdad nunca se sabe

Daniel Sada

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“Llegaron los cadáveres a las tres de la tarde. En una camioneta los trajeron –en masa, al descubierto– y todos balaceados como era de esperarse. Bajo el solazo cruel miradas sorprendidas, pues no era para menos ver así nada más paseando por el pueblo tanta carne apilada, ¿de personas locales? Eso estaba por verse.”