Fotografía destacada y fuente: Milenio
Estas comunidades tienen libertad en cuanto a organización social y sistemas normativos.
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Desde hace algunos años, la Organización de las Naciones Unidas eligió el día 9 de agosto para conmemorar a las comunidades indígenas del mundo. Y es que en el caso de México, habitan cerca de 12 millones de indígenas que hablan más de 68 lenguas originarias. Pero, ¿a qué hace referencia el término “originario”?
Tenochtitlán fue la primera ciudad que se fundó en todo el continente americano. No obstante, antes de que los aztecas se encontraran con el islote que se convertiría en su ciudad, ya existían varias civilizaciones mesoamericanas que se desdoblaban por todo el territorio mexicano.
Ciertamente han desaparecido ya muchas de estas comunidades, pero lo cierto es, que todavía existen varios pueblos en la urbe que se denominan “originarios”, pues son poblaciones que desde antes de la Conquista habitaban el territorio en el que actualmente viven. Por este motivo, estas zonas cuentan con su propia organización social, política, cultural y económica y son apoyados el gobierno de la capital.
Fotografía de Patricia Fehr / Proyecto Amunches
Históricamente, los pueblos originarios se desarrollaron de forma independiente a la Ciudad de México, pero por el rápido crecimiento de ésta, fueron absorbidos hasta formar parte de las delegaciones que hoy constituyen la metrópoli.
La mayor parte de los pueblos que hoy yacen por la capital datan de la época prehispánica, y fueron fundados por culturas como la otomí, la matlatzinca y la nahua. No obstante, los nombres de estas zonas son palabras que aluden al náhuatl, ya que el dominio mexica fue el más fuerte de la etapa precolombina.
Cabe mencionar, que si bien la colonia no logró del todo suprimir estos pueblos, sí influenció de forma significativa sus tradiciones y costumbres. Por ello, luego del nacimiento de la Nueva España, los cargos administrativos de los lugares originarios adoptaron nombres como “fiscal”, “sargento” y “mayordomo”.
Este mestizaje no solo fue de carácter político, sino también cultural. Por la fuerte presencia que la Iglesia católica tenía en la ciudad, los nombres de los pueblos evolucionaron hasta ser una fusión entre un santo religioso y una palabra en náhuatl. Esta es la razón por la que actualmente resuenan en la mente capitalina lugares como San Bartolo Ameyalco, Santa María Nonoalco, Santa Cruz Acayucan, San Mateo Tlatlenango, Magdalena Atlitic, San Andrés Mixquic, San Pedro Actopan y Santa Úrsula Xitla.
Es importante hacer la distinción entre barrio mágico y pueblo originario. Aunque el primero pueda ser más popular y concurrido, la verdad es que el segundo es el que más valor le brinda a la identidad que define a esta maravillosa ciudad. Sin duda la CDMX no sería la misma sin la presencia, tradición y compromiso que los pueblos originarios le inyectan cada día.
En Ciudad de México sobreviven 144 pueblos originarios que luchan a diario por no perder su idioma, sus costumbres y su cultura. Ellos son descendientes de los grupos chichimecas que habitaban en el norte de lo que hoy es México y que tras la caída de los grandes centros de gobierno como Tula y Teotihuacán, migraron al centro del país para fundar pueblos como Xochimilco, Culhuacán, Azcapotzalco o Tláhuac.
Los herederos de más de 500 años de historia hoy están inmersos en una de las urbes más grandes del mundo. Se dedican a lo que se dedican los habitantes de la ciudad, no precisamente a labores artesanales o propias de su origen, pero todavía conservan las tradiciones, sus actividades culturales propias del origen de los pueblos. Pero en la zona rural sí, la gente se dedica a la siembra, a la cosecha y a la transformación.
Según los registros oficiales, las alcaldías con más pueblos originarios son Azcapotzalco (19), Iztapalapa (19), Xochimilco (15), Milpa Alta (12) y Gustavo A. Madero (12). Mientras que la de Cuauhtémoc solo tiene uno en la zona de Tlatelolco. Sin embargo, no se sabe con certeza el número de habitantes de la ciudad que pertenecen a los pueblos originarios. Las familias que siempre estuvieron ahí ahora conviven con vecinos que llegaron de otras partes de la capital o de otros estados de la República.