Los también llamados “tiemperos” hablan con la naturaleza para garantizar el buen tiempo y las bondades de la tierra.
Desde el inicio de la humanidad, la naturaleza ha sido motivo de preocupación, incertidumbre y asombro. Pese a que las nuevas tecnologías pueden estimar el tiempo, lo cierto es que se trata de algo muy volátil, que sin razón ni aviso cambia de un minuto a otro.
Entre los problemas que esto suscita, destacan los estragos de la industria agrícola. Desde la época prehispánica las cosechas se han echado a perder por el mal tiempo, es por esto que los indígenas solían llevar a cabo rituales para pedirles a los dioses que no los castigaran con lluvias, granizos o plagas. Así nacieron los trabajadores del tiempo.
Cabe mencionar, que formaban parte de la jerarquía sacerdotal y se les llamaba “nahualli”. Solían visitar las montañas para rezar y llevarle ofrendas al Señor del Agua y la Madre Luna, quienes supuestamente determinaban los ciclos de fertilidad de la tierra.
Esta costumbre ha prevalecido hasta nuestros días. Actualmente, existen centros ceremoniales en el Iztaccíhuatl, el Popocatépetl, el Pico de Orizaba y el Nevado de Toluca. Estas personas se llaman “tiemperos” en Puebla, “graniceros” en el Estado de México” y “misioneros del temporal” en Morelos; son individuos que dicen garantizar las bondades de la tierra a través del ritual.
Los trabajadores del tiempo fungen como mediadores del ciclo agrícola. Tienen poder sobre los fenómenos como rayos, lluvias, vientos, granizos, tempestades y periodos de sequía. Y es que de estas variables depende la abundancia de la cosecha.
No cualquiera puede convertirse en tiempero. La primera manera es ser alcanzado por un rayo, la segunda es por revelación onírica y la tercera por herencia familiar. Después del descubrimiento vocacional, estas personas aprenden a alejar el mal tiempo de los campos, tener visiones en los sueños, comunicarse con el espíritu de las montañas, curar con sus manos e interpretar el oráculo de la luna.
Por lo general, sus rituales se realizan al inicio y al final de la cosecha. Esta suele iniciar el 2 de febrero y culminar el 2 de noviembre, sumando así los 260 días que constituyen el ciclo del maíz.
Los trabajadores del tiempo son personas que con tradición ancestral velan por el bienestar de la tierra, y así, por el bienestar de la sociedad. Quizás a ellos les debemos la buena cosecha que a lo largo de los siglos ha brotado para alimentar a todo un país.
