Un fantástico relato de lucha y supervivencia…
En las selvas del occidente mexicano vive un ser emblemático que en otra época fue un dios. Un elegante espécimen que los pueblos prehispánicos conocieron cómo: el Señor de la Noche. Una creatura mágica que según los expertos es el felino más grande del continente americano. Por supuesto estamos hablando del jaguar.
Un animal rápido, taimado y poderoso, al que los aztecas y los mayas admiraban tanto que querían parecerse a él. Estas civilizaciones lo veneraron, lo convirtieron en deidad, lo incorporaron a sus máscaras, a sus esculturas, a sus trajes de guerreros. Durante muchos años el jaguar fue el dueño de la selva y del paisaje.
Desafortunadamente, para las culturas modernas el jaguar se convirtió en un absurdo trofeo de caza. En una recompensa para la vacía alma de aquellos que necesitaban mostrar su poderío atacando a los más débiles. Durante años, feroces grupos de hombres se dedicaron a exterminarlos periódicamente.
La caza no regulada afectó a los jaguares tanto que en los años 80 casi desaparecieron y tristemente los especialistas tuvieron que incluir a este inigualable ser vivo dentro del penoso libro rojo de las especies en extinción. La situación llegó a un punto tan crítico, que en un censo realizado en 2002 sólo se contaron tan sólo 2 mil ejemplares vivos.
Dicho lo anterior, es una noticia extraordinaria anunciar que gracias a las acciones que conservación que han realizado: El Fondo Mundial para la Naturaleza, cuantiosos investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y un connotado grupo de Asociaciones Civiles, al fin se ha logrado duplicar la población de los juagares en México.
Para proteger a estos especímenes, los especialistas han creado una serie de reservas y han instalado en distintos puntos cámaras para ver cuántos hay en libertad. Estas acciones de conservación se han realizado sobre todo en: la Península de Yucatán (dónde vive el 50% de la población de felinos), en Campeche, Quintan Roo y en la Selva Lacandona; un espacio en el que todavía se pueden observar a algunos individuos deambulando entre su vegetación.
Sin duda, todos estos esfuerzos están dando resultados. En el último sondeo que se hizo, se contaron al menos 4 mil jaguares. Una cifra baja pero muy alentadora si se toma en cuenta la rapidez con la que esta especie estaba desapareciendo de la tierra.
Aunque hay que aplaudir de pie todas las iniciativas que se hacen para salvar a las especies que están en riesgo, es momento de que todos nos concienticemos de lo que está en juego y nos volvamos el cambio que queremos ver en el mundo.