Entre las paredes de esta prisión se escribieron algunas obras que hoy son consideradas clásicos.
Uno de los lugares más emblemáticos de la Ciudad de México es, sin lugar a dudas, el Palacio Negro de Lecumberri, un recinto cuyas paredes podrían contar millares de historias sin parar y que hoy alberga el Archivo General de la Nación.
Tras su inauguración a inicios del siglo XX, en el mandato de Porfirio Díaz, cientos de hombres, mujeres, niños y hasta personas consideradas como enfermos mentales, pasaron por las más de 800 celdas que tenía el complejo.
Con el paso del tiempo ha quedado claro que no sólo los criminales fueron encarcelados, también están aquellos artistas que de una u otra forma terminaron detrás de las rejas, sin embargo, eso no mermó su actividad. Es por eso que aquí en MXCity te dejamos algunos de los libros que se escribieron desde uno de los lugares que en su época causó terror a la población de la capital:
Diario de Lecumberri
Álvaro Mutis (1959)
En una entrevista Elena Poniatowska le preguntó a su amigo Álvaro Mutis que si hubiera tenido la capacidad para escribir novelas si no hubiera estado dentro del Palacio Negro. Él respondió: “Bueno, no sólo no habría escrito las novelas, sino ninguna otra cosa. En la cárcel tú llegas al final de la cuerda; todo lo que sucede en la cárcel es verdad absoluta. Ahí no tienes lugar especial, ni por tu posición social, ni por tu condición de escritor; pierdes todos tus privilegios”.
Esa clase de pensamientos y experiencias las deja ver el pequeño diario que llevó en su estadía de 15 meses, luego de ser encarcelado para su deportación a Colombia. Al final, nada de eso pasó y México siguió siendo su residencia hasta que falleció, demostrando un enorme cariño al país.
Me llamaban el coronelazo
David Alfaro Siqueiros (1960-1964)
Uno de los tres principales muralistas de México fue Siqueiros. Se sabe que participó en la Guerra Civil Española: era Teniente-Coronel (de ahí el nombre del libro) de las brigadas 46 y 86 del Octavo Ejército Republicano español. Sin embargo, también entró como preso político a Lecumberri.
Ahí no sólo pinto cuadros a caballete con los que se sostenía económicamente, también escribió un libro autobiográfico en donde analiza la Revolución Mexicana y la compara con la Revolución Rusa, marcando enormes diferencias, así como una crítica al gobierno en turno que traiciona cualquier ideal por el que se luchó en la Revolución. Cabe resaltar que, también pintó un mural entre sus paredes, el cual todavía se puede ver hoy en día.
La revolución interrumpida
Adolfo Gilly (1966-1971)
En 1966 toda Latinoamérica sufría una crisis política. Luego del triunfo de la Revolución Cubana se supo que las guerrillas no eran ningún juego y que incluso podían tumbar gobiernos. Uno de los países que vivía esa crisis era Guatemala y uno de los personajes interesados en unirse al MR-13 –guerrilla de ese país– era Alfonso Gilly, un argentino que tenía un par de semanas en México. Su detención estuvo a cargo de la Dirección Federal de Seguridad de la Secretaría de Gobernación y fue llevado preso, en lo que se llevaba a cabo su juicio.
Durante su estadía en Lecumberri leyó una gran cantidad de documentos y libros sobre México. Esto lo impulsó a escribir su primer libro con los datos que iba recolectando. Así nació La revolución interrumpida: la visión de un extranjero de izquierda que se enamoró del país en donde lo encerraron.
El apando
José Revueltas (1968-1971)
A lo largo de su vida la relación de Revueltas y las cárceles fue recurrente, no porque fuera un criminal, sino porque su pensamiento de carácter social siempre fue imparable. Pasó cinco meses en las Islas Marías en 1931 y nueve en 1934, y en Lecumberri estuvo de 1969 hasta 1971. De su experiencia en las Islas Marías salió Los muros de agua (1941), mientras que su experiencia en el Palacio Negro queda retratada en El apando (1969).
Fue llevado prisionero en el ‘68 luego de haber estado en la Plaza de las Tres Culturas y pertenecer al Grupo Comunista Internacionalista, siendo condenado a 16 años de prisión, pero saliendo dos años después por libertad bajo palabra.
Los días y los años
Luis González de Alba (1969-1971)
Una de las principales figuras que dejó el movimiento estudiantil de 1968 fue a González de Alba, quien pasó dos años en el encierro. Ahí escribió su primera novela: Los días y los años (1971). En ella se narra de cerca a jóvenes que iban a mítines y marchas, así como la represión que hicieron el 2 de octubre los soldados, bajo las órdenes de Gustavo Díaz Ordaz. Con gran lamentación narra los hechos, incluso los asesinatos de sus compañeros.
De igual manera, demandó a Elena Poniatowska ya que en su libro La noche de Tlatelolco tergiversó algunos párrafos de Los días y los años. “La demandé no por plagio, pues le había permitido usar el manuscrito que ella sacó de Lecumberri, sino por alteración del contenido”.
Autor: Alejandro Nájera.