Y de pronto, las jacarandas aparecen…
Durante abril y marzo las principales arterias de la Ciudad de México se llenan de profundos destellos violetas. De pronto, sin que nadie las llame aparecen, y los troncos desnudos del invierno se retacan de unas gloriosas flores cilíndricas que deambulan entre el morado y el azul. Su propósito indirecto es anunciarle a los caóticos capitalinos la inminente llegada del sol.
Aunque a muchos les gustaría pensarlo, este mágico árbol no es endémico de esta nación; en realidad nació entre las inmensidades de Brasil. Llegó a nuestro país gracias a un japonés llamado Tatsuguro Matsumoto; un reconocido arquitecto del paisaje que arribó en 1896, y que desde sus primeros días en esta ciudad conquistó a los aristócratas de la época por los arreglos florales que hacía. Su trabajo con las plantas era tan impresionante que el mismo Porfirio Díaz lo contrató para diseñar los jardines del Castillo de Chapultepec.
Tras el desastroso paso de la Revolución Mexicana, Tatsuguro le recomendó al Presidente Álvaro Obregón volver a iluminar la capital mexicana con flores, y fue así como se empezaron a plantar, en distintas colonias, los árboles de jacaranda. El resto de esta historia lo conocemos todos y tiene que ver con la súbita llegada de navecitas moradas al paisaje primaveral de esta urbe.
Y es que todo en este arbusto es perfecto. Ramas entrelazadas, que parecen venas, capaces de contar el viejo cuento de la naturaleza. Un follaje abundante que no sólo colorea el horizonte gris de la CDMX, sino que presta su muda majestuosidad a los caminantes melancólicos que hay en por doquier. Una obra de arte que acompaña momentáneamente al Ángel de la Independencia.
Las jacarandas merecen toda clase de homenajes y sólo por eso hemos juntado en esta nota las mejores imágenes capturadas en Instagram de la llegada de esta poesía morada a la Ciudad de México durante 2018.