“Recordar para aprender. Aprender para no repetir”.
El Museo de Memoria y Tolerancia nació como iniciativa de la asociación civil homónima, que data de 1999. Este grupo tenía la idea de crear un centro educativo para crear conciencia sobre el Holocausto. Así que buscó a sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial para obtener sus testimonios y poder enseñarlos.
El proyecto del museo surgió hasta 2010, enfrente de la Alameda Central. Cabe mencionar, que la edificación que alberga el recinto corrió a cargo del despacho arquitectónico Arditti + RDT, quienes integraron elementos alusivos por todo el lugar. Tal es el caso del cubo suspendido que se ubica en el atrio del museo. Se trata de un memorial para los niños asesinados en genocidios.
Como su nombre lo indica, el museo funciona bajo dos ejes: la memoria y la tolerancia. Y es que su misión es difundir la importancia de los derechos humanos y la no violencia a través de la memoria histórica, pues aunque pueda resultar fuerte y un poco oscuro, es importante recordar que “aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla”.
El recorrido inicia en el nivel superior, de ahí los visitantes descienden hacia las salas que componen la exhibición. La parte de Memoria se refiere a los genocidios de Yugoslavia, Ruanda, Guatemala, Camboya, Darfur y Armenia. Esta parte del museo hace especial hincapié en el Holocausto, con objetos, documentos, videos, audios y hasta un vagón de tren que retratan la realidad de aquellos que sufrieron la violencia de la Alemania nazi.
Cuando sucede la transición de Memoria a Tolerancia, el espectador sale a un espacio abierto y se topa con un ambiente iluminado. Allí, cae una especie de cascada de 20,000 lágrimas de cristal que simbolizan a las víctimas del Holocausto. Cada lágrima representa 100 vidas perdidas.
Un mural del artista mexicano Gustavo Aceves indica el reingreso a la exposición. Tolerancia es el siguiente módulo, el cual funge como solución a todo lo que se ha visto anteriormente. Es importante recalcar que el espacio está diseñado para generar conciencia sobre el diálogo, el respeto y la responsabilidad.
Esta parte invita a reconocer, respetar y valorar la vida y su maravillosa diversidad. Propone olvidar los prejuicios y estereotipos, para comenzar a amar y respetar a todo el mundo. En ocasiones, se organizan muestras temporales sobre temas como la comunidad indígena o los feminicidios en México.
El recorrido finaliza con una ventana que revela el otro lado de la calle, con una estatua de Benito Juárez, quien nos recuerda que “entre los individuos, como en las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Imágenes: Archdaily.