El día que Siqueiros le disparó a Trotsky

Un relato de murales, balas y traiciones…

Entre las infinitas calles de la Ciudad de México han ocurrido toda clase de cosas. Luchas, huelgas y manifestaciones, momentos trágicos y  felices y hasta  algunos sucesos que han trastocado la historia del mundo. Un ejemplo claro de lo anterior fue la famosísima llegada  de Lev Davídovich Bronstein, mejor conocido como León Trotsky a nuestro país durante la Revolución Rusa.

El famoso enemigo  de Stalin (que también  fue muy cercano a Lenin) llegó a esta urbe un frío 9 de enero de 1937. Ese día el ruso desembarcó de un buque petrolero gracias a que el gobierno de Cárdenas le había dado asilo político y le ofrecía una vida tranquila lejos de Moscú.

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Al poner un píe en nuestra territorio, Trotsky al fin encontraba algunos días de paz. En su país natal había sufrido varios atentados y una expulsión muy pública que le impidió exiliarse en el continente europeo. Los problemas del comunista (que fundó el ejército rojo) parecían no tener solución hasta que Diego Rivera, quien congeniaba con sus ideas políticas, abogó por él para que aceptaran resguardarlo en nuestro territorio y le dio asilo en una de sus propiedades en Coyoacán.

Eran los años 40, y desde su llegada, el personaje se sintió cómodo en esta urbe por las tertulias socialistas que había en los cafés más emblemáticos de esta metrópoli. Pronto el revolucionario se hizo cercano a varios intelectuales y artistas mexicanos. Conoció a Frida Kahlo, se hizo muy amigo de la fotógrafa Tina Modotti y del talentoso Alfaro Siqueiros que además de pintar murales futuristas, pertenecía al Partido Mexicano Comunista.

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Siqueiros fue uno de los artista más importantes y vanguardistas de su época. Y aunque en un inicio frecuentaba a Trotsky, pronto empezaron a surgir diferencias entre ellos.  Según cuentan los que los conocieron, el pintor de Chihuahua no estaba de acuerdo con el ruso, porque quería que se llevara a cabo el modelo que proponía Stalin. De hecho, se rumora que a propósito de estas luchas el mexicano   empezó a comunicarse con espías de la U.R.S.S

El malestar de David Alfaro se hizo tan grande que en una ocasión se reunió con algunos grupos extremos y convenció a algunos a ir tras la cabeza de Trotsky. Hay varias teorías que sugieren que el drástico plan del muralista se puso llevar a cabo debido a que la secretaria de León era fiel a Stalin y traicionó a su jefe. Esta mujer secretamente les dio el itinerario del comunista a sus agresores,  y eso le permitió a Siqueiros acercarse lo suficiente para intentar asesinarlo.

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Fue así como una noche un grupo de seguidores de la Unión Soviética (del que Alfaro Siqueiros formaba parte) irrumpió con pistolas  en la morada de la calle Viena en la que vivía Trotsky con su esposa y su nieto. Los agresores pudieron entrar en la casa pero por motivos desconocidos nunca llegaron a la habitación en la que el ruso y su familia se escondían bajo una cama.

No pasó nada, pero los hoyos que dejaron los balazos que se tiraron aquella madrugada todavía se pueden ver en los muros de la Casa-Museo de León Trotsky. Aún quedan en las paredes rastros de pólvora y si uno se acerca lo suficiente  puede escuchar murmullos de la frase favorita del exiliado socialista: “hemos sobrevivido un día más”

Desafortunadamente aunque en esa ocasión el revolucionario de Rusia corrió con suerte; un 20 de agosto, un asesino a sueldo, mandado por Stalin, acabó despiadadamente con la vida del gran  Lev Davidovich Bronstein.

Y aunque no hay pruebas, es factible creer que cuando se enteró Siqueiros, que había quedado inmune tras su atentado, simplemente sonrió.

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Cerca de 30 mil personas asistieron al cortejo fúnebre de León y por algún motivo el mundo no volvió a ser el mismo, quizá porque había muerto un individuo capaz de cambiar por siempre la historia del planeta entero  por supuesto de nuestra capital.