El mural que evoca piedad en las paredes de la prisión de Lecumberri

El artista que plasmó el dolor del encierro emulando la Piedad de Miguel Ángel.

 

Manuel Rodríguez Lozano fue descrito por Octavio Paz como “Un excelente dibujante, un artista incorruptible y un hombre de rara y caústica inteligencia”. Rodriguez Lozano nació en la ciudad de México en 1897. Dedicó su vida artística a crear un arte diverso, en una época en la que la ideología revolucionaria, la representación de la lucha de clases y la exaltación de las costumbres del pueblo estaba en voga.

La obra de Rodriguez Lozano es difícil de clasificar en una escuela o con un término. Dentro de su abanico de propuestas, abarcó diversos estilos y temas que van del muralismo al fauvismo, pasando por la pintura dramática, pero casi siempre con una estética centrada en el dolor, la miseria y la desolación. Su obra está repleta de alusiones metafísicas , haciéndolo uno de los grandes maestros mexicanos del siglo XXI.

Asimismo, Rodríguez Lozano se distinguió por su habilidad para el dibujo, y por su estilo cercano a las líneas fuertes, libres y populares. Sus visiones evocan nostalgia, tristeza y la vida taciturna en ambientes que carecen de elementos decorativos o pintorescos, haciendo de esto el principio de originalidad de su pintura.

Uno de los sucesos más dramáticos en la vida del artista, que no tuvo nada que ver con afirmarse abiertamente en su homosexualidad, es el de su encarcelamiento. En 1940, el entonces director del Colegio de San Nicolás en Morelia, Gustavo Baz, celebraba los 400 años de vida de la institución. De ahí, que Baz pediera prestado a Rodríguez Lozano, en aquel entonces director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, una serie de grabados antiguos.

Rodríguez Lozano aceptó prestar los grabados a Baz, entre los que se encontraba un Durero del siglo XVI y de Guido Reni, un famoso pintor del siglo XVII. Las personas a su cargo llevaron los grabados a su oficina. Rodríguez guardó el lote en su cajón y se fue de su oficina olvidando resguardar con llave los grabados.

Por la tarde los grabados son extraidos del cajón. Aunque no se saben muy bien los detalles de la historia del robo, parece ser que un trabajador de la escuela, al parecer enviado por Manuel Moreno Sánchez, sucesor al puesto de Rodriguez Lozano, mandó sustraer los grabados a un trabajador apodado “El pagano”. Como sea, Rodriguez Lozano asume la culpa por el robo, y sin muchas averiguaciones el Estado lo lleva preso a Lecumberri en 1941.

Estando en el panóptico mexicano inaugurado por Porfirio Díaz en 1900, a Lozano se le permite pintar un mural en el pasillo de las visitas. “El contacto con ese mundo descarnado –narra el artísta- en el que se vive realmente más allá del bien y del mal, me llevó a adentrarme en la pasión que ha sido la idea central de mi vida: el conocimiento de mi pueblo hasta el máximo extremo”.

El resultado de esta experiencia fue la La piedad en el desierto, inspirado en La Piedad de Miguel Ángel, plasmada en colores fríos y opacos. Sin tonos vivos ni brillantez. La composición del mural es triangular: una María indígena de pómulos prominentes, símbolo del sistema capitalista, con actitud protectora; mientras que el hijo, autorretrato del pintor languideciendo en un desierto, se halla con los brazos abiertos y la cara reclinada. La figura estilizada nace de una profunda reflexión espiritual inspirada por el cautiverio; la obra es una alegoría acerca de la injusticia social, sobre todo del pueblo mexicano, su miseria y su sufrimiento.

Aunque su encierro sólo duró 4 meses el mural se volvió un hito. Los presos lo frecuentaban como objeto religioso y le colocaban veladoras, pues para ellos la virgen era lo más cercano que tenían. En 1967 el mural fue desprendido de Lecumberri y pasó a ser parte de la colección permanente del Palacio de Bellas Artes.

El mural La piedad en el desierto muestra otra cara del muralismo mexicano, y que ahora puede ser visto en donde fue pintado. Aunque ya no es una prisión, sino el Archivo General de la Nación, el mural continúa evocando melancolía con pocos tonos vivos.