Una de las maravillas culturales de nuestro país…
En México, existe una comunidad que no sigue definiciones tradicionales acerca de lo qué es el género. Se trata de un pueblo de origen zapoteco que dentro de su infinita cosmogonía tiene la creencia que además de los hombres y las mujeres existe un tercer género andrógino que junta la fuerza masculina y la sensibilidad femenina. A estos individuos se les denomina: Muxe.
El muxe es reconocido desde tiempos prehispánicos. Según algunos lingüistas este curioso nombre provino de la palabra mujer en español y se usó a partir del siglo XVI. Aunque lo anterior no es una certeza, lo que si se sabe es que las personas muxe son en del Istmo de Oaxaca y son cobijados por los zapotecas; una de las civilizaciones más avanzadas de la época precolombina.
Por su manera de vestir y su aspecto femenino, muchas personas asocian a estas mujeres con los travesti o los transgénero. Sin embargo, es importante destacar que en esta región hay familias que educan especialmente al muxe desde pequeño para que vaya asumiendo: gestos, vestimenta, roles y labores que usualmente se le adjudican a las mujeres.
Las muxes suelen tener relaciones con hombres; aunque en muchos casos también se enamorar de mujeres. Según algunos antropólogos, en cuantiosas ocasiones se hacen cargo del despertar sexual de los adolescentes. Asimismo, estas elegantes damas son un estupendo soporte para sus madres ya que es la tradición que el “tercer género” cuide a sus padres a lo largo de su vida.
Como lo marcan los ritos de antaño, en la comunidad en la que viven las muxes reina una matriarcado y por lo tanto cada género tiene un rol en especifico. Los hombres son los que se encargan de la política y sustento económico, la mujer de los bienes y de conservar la cultura tradicional, y el muxe se dedica a cuidar a los niños y ancianos, a cocinar y a limpiar la casa.
Hay que destacar que, pese a que sus labores que llevan a cabo están asociadas a las de una ama de casa clásica; las muxes se salen del cuadro y además de resguardar sus hogares proyectan la imagen de mujer fuerte e influyente en la sociedad. Ser muxe es un honor; es la posibilidad de seguir un legado divino y de que las viejas costumbres no mueran.
En los últimos tiempos, estas féminas han sido reconocidss por un nutrido grupo de artistas y de asociaciones contra la homofobia. En 2003, una muxe de 25 años llamada Amaranta Gómez Regalado, se postuló para ser parte del Congreso Unicameral de Oaxaca. Para muchos, este fue el inicio de una nueva era en nuestro país.
Las muxes son un maravilloso ejemplo de aceptación y respeto, quizá por eso es sumamente triste que la discriminación educativa y laboral este tan presente hacia personas que tienen diferentes tipos de preferencia sexual o que simplemente no tienen miedo de ser lo que son.
Imagen principal: EL País