Kingo Nonaka el samurai que combatió al mando del general Pancho Villa.
Kingo Nonaka nació en la Fukuoka en 1889. Como adolescente japonés fue campesino y buzo, hasta que emigró a México a los 17 años, acompañado por un hermano mayor y un tío viviendo en una plantación de café en Chiapas. Siguiendo las vías del tren, Nonaka viaja para encontrarse con el sueño americano, llegando a Ciudad Juárez donde fue adoptado por una mujer, Bibiana Cardón, quién lo mantuvo, le dio educación y lo bautizó con el nombre cristiano de José Genaro.
Gracias a la familia Cardón, Nonaka aprendió enfermería en un hospital cercano y adquirió una licencia para trabajar en el país. En marzo de 1911, Kingo tomó unas vacaciones en Casas Grandes, muy cerca de donde el líder revolucionario Francisco I. Madero pensaba un ataque contra el coronel Agustín Valdés, mismo que fue repelido el grado de que los revolucionarios tuvieron que segregarse al oeste y el sur. En dicha batalla Madero resultó herido en un brazo, y debido a la profesión y reputación de Nonaka fue llamado para curar la herida de Madero.
De este evento revolucionaria Kingo fue reclutado como enfermero en la sección de sanidad del grupo maderista. Desde 1913 hasta 1916 participó en el batallón de salud al lado del general Francisco Villa, época en la cual recorrió el norte del país luchando al lado del “Centauro del Norte,” con quien compartió muchas anécdotas, que años después serían documentadas por su hijo, Genaro Nonaka en el libro “Kingo Nonaka, Andanzas Revolucionarias”.
Nonaka participó en 14 operaciones de combate durante la Revolución: dos con las fuerzas de Francisco I. Madero y 12 con la División del Norte comandada por Pancho Villa. Logró el rango de Capitán en el Batallón de Sanidad de la División del Norte. Cuando conoció a Pancho Villa y participó en las batallas de Chihuahua, Ojinaga, San Pedro de las Colonias, Paredón, Torreón y Zacatecas, entre 1913 y 1914.
En 1915 el capitán Kingo Nonaka, deja la sección sanitaria de la División del Norte y regresa a Ciudad Juárez a trabajar en el Hospital Civil. Ahí conoció a la enfermera Petra García Ortega, con quien contraería matrimonio y procrearía cinco hijos: María, Uriel, Virginia, José y Genaro. En 1919 renuncia al hospital y para 1921 se traslada a Baja California, más tarde a en Mexicali y Ensenada, pero es en Tijuana en donde se quedó a vivir en compañía de su familia.
Ya finalizada la revolución en 1921, Kingo Nonaka se vuelve integrante del cuerpo de Policía de Tijuana. Toma su cámara Graflex y se dedica a la fotografía haciendo un papel impecable. Las autoridades de la Delegación de Gobierno de Tijuana lo contrataron para que tomara fotografías a los reos y presos que se localizaban en la cárcel pública, siendo así fundador del Departamento de Identificación de la Comandancia de Policía de Tijuana. Con el fin de mejorar su condición como policía y fotógrafo, estudió por correspondencia un diplomado en “Fotografía, Dactiloscopía, Criminología y Grafología”, por el Institute of Applied Science, de Chicago, Illinois, Estado Unidos, del que se graduó en 1933.
No obstante fueron miles de imágenes con las Nonaka retrató la Tijuana de los 20´s y principios de los 40´s, donde se revela una ciudad lejos del turismo y enfocada en la vida cotidiana, los eventos culturales, cívicos y deportivos. Mostró los cambios que Tijuana experimentó al pasar de una ciudad pequeña a una gran ciudad. Por esta actividad Kingo es conocido como “El Casasola de Tijuana”; sus fotografías se han convertido en piezas fundamentales para entender la época de la Tijuana de ese tiempo y han dejado una huella imborrable en la historia de la ciudad. Nonaka tuvo un gran acervo fotográfico y donó más de 300 fotografías al Archivo Histórico y la Sociedad de Historia de Tijuana.
A raíz de tensiones durante la Segunda Guerra Mundial, Nonaka y otros mexicanos japoneses que vivían en el Noroeste de México fueron forzados a cambiarse a la Ciudad de México por órdenes del Presidente Lázaro Cárdenas del Río. Radicando en la capital, se une a Ignacio Chávez y a un grupo de ciudadanos, quienes fundan el Instituto Nacional de Cardiología. En 1967 el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz lo reconoce como veterano de la Revolución Mexicana y le otorga la condecoración al mérito revolucionario.
Después de una larga vida llena de aventura e increíbles anécdotas, fallece en la Ciudad de México el 8 de octubre de 1977 a la edad de 88 años. Fue sepultado en el Panteón Jardín, Ciudad de México.