Porfirio’s Big Band Jazz.
Además de la inspiración francesa, los ferrocarriles, las grandes construcciones y el crecimiento económico, uno de los mayores orgullos del régimen de Porfirio Díaz fue el ejército. Lo que al inicio de su gobierno fue un contingente de individuos mal vestidos con fusiles, en unos años se transformó en un cuerpo con flamantes batallones, en una hermosa caballería con una artillería que sería el símbolo de toda una fuerza armada moderna.
La banda de guerra era lo que más orgulloso hacía sentir al General Diaz. Entre los músicos reconocidos que hubo en esa fecha, estuvo Isaac Calderón (1857-1915), con la Banda de la Gendarmería montada de la Ciudad de México, quienes ejecutaban piezas sinfónicas de Ludwig van Beethoven. Sin embargo, para los historiadores, la banda militar más famosa e importante de de fines de siglo XIX y principios del XX, fue la Banda de Música del 8º Regimiento de Caballería bajo la batuta de dos de los mejores directores de la época, Encarnación Payén y Nabor Vázquez.
La Banda del 8º Regimiento fue tan emblemática, que en 1893 Díaz la transformó en la Banda de Música del Estado Mayor Especial y les dio una base de operaciones musicales en la capital del país. Así que todos los eventos oficiales de mayor relevancia, en particular en los que estaba el mismo Díaz, fueron acompañados por la música dirigida por el maestro Payén. Además, esta banda era la que representaba a México en eventos y ferias internacionales.
La banda del 8º Regimiento tuvo un gran papel en la cultura musical del país, ya que puso al alcance de la población el repertorio de los grandes maestros europeos y mexicanos, que de otra manera hubiera sido imposible hacer que el pueblo escuchara. Esto se logró gracias a la tradición de ofrecer serenatas en las plazas principales de todo el país, e hizo que la banda militarse se convirtiera en el símbolo musical de México en aquella época.
Uno de los eventos especiales a los que asistió la banda, fue la Exposición del Centenario Industrial y del Algodón de 1884 en New Orleans. En la expo participaron varios países productores de fibra, donde México era un invitado especial desde 1869. Porfirio Díaz iniciaba su segundo periodo presidencial, y con el fin de mostrar lo relativo al proceso del textil, se llevaron a varios músicos mexicanos que ofrecieron exhibiciones y entretenimiento para el miles de asistentes de la feria.
La Banda del 8º Regimiento de Caballería que llegó a New Orleans, estaba integrada por casi 100 músicos que tocaron un vals que cautivo a todo el público presente. Se trató de Sobre las Olas compuesto por Juventino Rosas y un violinista indio otomí de Guanajuato; que no solo fue el favorito del Carnaval, sino que era prácticamente la “banda sonora” que se escuchaba en parques y ferias y se tocaba cuando los trapecistas hacían sus trucos en la carpa del circo.
En el libro A Trumpet Around the Corner: The Story of New Orleans Jazz, de Samuel Charters, y en la publicación de 1979 de The Latin Tinge, de John Storm Roberts, se cuenta cómo este suceso marcó la historia de la música para la interpretación de las bandas estadounidenses. En Nueva Orleans, los músicos mexicanos tocaron danzas, habaneras, marchas militares y danzones, las editoriales locales publicaron partituras impresas de muchos de sus números y las melodías con sello mexicano formaron parte de la vida musical de Nueva Orleans en el temprano periodo del jazz.
El 16 de diciembre de 1884 en el carnaval de New Orleans, la 8th Mexican Cavalry, llamó la atención de muchos músicos negros, cuando tocaron un “ritmo sincopado cargado de sonidos caribeños”; además de que los que cargaban los instrumentos y entonaban esas ricas melodías eran “músicos de diferentes colores” que tenían consigo antecedentes de colonia, abolición de la colonización, y que vivían en un país “Independiente” bajo los lemas franceses de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Claro que esto despertó la admiración y sorpresa para los asistentes negros de New Orleans que todavía vivían como esclavos trabajando para hacendados blancos.
“Ninguna banda del país (EU) tenía más capacidad para expresar el verdadero lenguaje de la música, el sentimiento, y la empatía, el alma…” Decía Samuel Charters. Así pues, las personas de la feria quedaron fascinados por los tonos, el volumen, y la composición en conjunto de la banda mexicana, sobre todo, porque era posible apreciar todos los instrumentos de manera individual. Creyeron que la banda tenía muchos brillos musicales con los que podía evocar amor, compasión odio y desesperación en la misma medida.
Cuando la Feria Mundial terminó en enero de 1885, muchos miembros mexicanos del octavo regimiento se quedaron en Crescent City, compartiendo y enseñando su oficio musical con bandas regionales de New Orleans, nada menos que la cuna del Jazz.
Entre los músicos que se quedaron estaba el trompetista Joe Viscara, de quien el baterista Jack “Papa” Laine dijo: “He hardly could speak American, but that son of a bitch could handle a horn.” Algo así como: “No habla inglés, pero bien que toca la trompeta el hijo de puta.” Lo que para nada es una forma denigrante de expresarse de Jack Laine, sino un modo de mostrar admiración y respeto a través de la jerga de los afroamericanos de la época.
Muchos músicos de la temprana época del jazz eran de origen mexicano, como Luis Florencio Ramos y Alcides Núñez, quienes tocaron con la Original Dixieland Jazz Band, y grabaron su primer disco en 1920. H.C. Handy, en su autobiografía, Father of the Blues, relata cómo los mexicanos europeos eran quienes tocaban los clarinetes en las bandas negras.
La influencia de la música mexicana en el jazz fue tan profunda, que una revista de la época afirmó que la palabra “jazz” era una degeneración de la palabra “jarabe”. Incluso hubo quien se aventuró a asegurar que el jazz era el resultado de los intentos de músicos negros por tocar música mexicana. El jazzista Jelly Roll Morton (1885-1941) dijo que sin los ritmos hispanos no se puede obtener el aderezo correcto para hacer jazz. Aunque claro, todo esto bien puede ser una exageración o no.
Además de la influencia de la banda militar mexicana, en New Orleans se llevaban a cabo muchos encuentros internacionales de bandas de guerra, así que es imposible omitir la influencias de muchos otros músicos. Por ejemplo, John Philip Sousa y la Banda de Marina de los Estados Unidos, que introdujeron la tuba en la banda de guerra: el Sousaphone, otro ejemplo de apropiación cultural de la época, y un vistazo a los antecedentes históricos de lo que conocemos ahora.