La crónica una mansión perdida…
No hay que ser un experto en historia, para saber que, hubo una época en la que la Ciudad de México estaba llena de sofisticados palacios europeos. Lo que hoy son avenidas y edificios que han envejecido mal, antes eran preciosas viviendas en las que algunas familias pasaban su vida.
Tal es el caso de la importante esquina que está entre la calle Río Tiber y el Paseo de la Reforma. Una intersección hermosa de la Colonia Cuauhtémoc, que a inicios del siglo XX estaba ocupada por una casa enorme que pertenecía al matrimonio de George T Braniff y Concepción Lascurain.
La historia de esta construcción empezó a escribirse en 1912, cuando George T contrató al arquitecto Luis Cuevas García (egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes) para que construyera un palacio de tres niveles, en tres mil metros cuadrados. El aristócrata bautizó a su hogar como Townhouse.
Para edificar este sueño, el artista mexicano se inspiró en algunos diseños franceses del siglo XVIII. La fachada era fastuosa y elegante. Plagada de detalles que evocaban al estilo neoclásico y de terrazas altas desde la cual se podía admirar todo el esplendor del Ángel, recién construido.
Aunque no hay muchos archivos de cómo era la casa por dentro, según algunos cronistas el palacete de Río Tiber contaba con un recibidor que tenía en el centro un candelabro fastuoso y estaba decorado con ornamentos de distintos tipos. En esta habitación sobresalían unas escalinatas exuberantes, una chimenea de mármol blanco y un tapiz plagado de flores.
En el segundo piso estaba la sala; un sitio delirante al que se entraba por inmensas puertas de cristal (comparables a las de Versalles) y en el que había ventanales luminosos resguardados por por cortinas color oro. Este salón estaba decorado por una mesa de mármol rosa, un tapete blanco y un candil almendrado traído de Europa.
Cada rincón de la casona era una verdadera obra de arte, vale la pena destacar la lujosa sala de música. Un alcoba alegre en la que la familia debió pasar grandes momentos, que tenía como protagonista un elegante piano de cola pegado a una gran ventana desde la que también se veía la Columna de la Independencia.
Aunque por muchos años esta residencia fue un paraíso donde crecieron los ochos hijos del matrimonio Braniff, como tantas otras cosas en la CDMX en la tercer década el cambio llegó y en 1936 la vivienda se convirtió en la Embajada de Brasil por mucho tiempo. Y tristemente en 1960 la mansión fue demolida y se convirtió en el Edificio Bolivia; un lugar que actualmente alberga a las oficinas de Ford Motor Company y al Samborns Tiber.
En el siglo XXI, cuando uno se para en la punta de Río Tiber se puede dar cuenta que no queda mucho del pasado. La mansión desapareció del intrincado horizonte urbano, y con ella se perdieron por siempre las historias perdidas de la única familia tenía en su jardín al glorioso Ángel de la Independencia.
Con información y fotografías de: Grandes casas de México.