“La literatura existe porque la realidad siempre decepciona”
Una de las características más inadvertidas y profundas de nuestro país es la buena literatura que se escribe en este sitio. Desde hace muchos siglos, México ha sido la cuna y la casa de algunos de los autores más reconocidos del planeta. Aquí hay tantas joyas puestas en papel que no es presumido afirmar que en esta región los talentos nacen con la misma frecuencia que las margaritas, sólo que ellos tienen el poder de la eternidad.
A lo largo de los años, miles de textos han quedado vivos en los anaqueles de este rincón del planeta. Obras hechas por ensayistas, poetas y novelistas que detienen el tiempo, que lo narran, que lo ignoran. Libros que acarician la textura más profunda de la realidad y quizá sin querer, o queriendo, nos enseñan a vivir mejor; a ser más sabios en el presente, a digerir el pasado y a ser resilientes en el futuro.
Y es que en la inmensidad de nuestra literatura hay atisbos de sabiduría (ocasionalmente involuntaria) que nos enseñan a transitar mejor la vida. Consejos para voltear a ver nuestra ceguera. Consejos para no repetir ciclos tóxicos. Consejos para estar en silencio sin perturbarnos. Consejos para aliviar esa ansiedad inexplicable que causan los años.
Dicho todo lo anterior, hemos metido la nariz en algunos versos, relatos y reflexiones de los clásico más reconocibles de la literatura nacional, y hemos seleccionado algunas colecciones de palabras que nos pueden orientar y tranquilizar en este caótico verano capitalino lleno tráfico, diluciones políticas y muchas ventanas cubiertas de lluvia.
Se consciente del inconmensurable poder de las palabras
El arco y la lira, Octavio Paz
“...¿Qué decir del lenguaje? Las fronteras entre objeto y sujeto se muestran aquí́ particularmente indecisas. La palabra es el hombre mismo. Estamos hechos de palabras. Ellas son nuestra única realidad o, al menos, el único testimonio de nuestra realidad. No hay pensamiento sin lenguaje, ni tampoco objeto de conocimiento: lo primero que hace el hombre frente a una realidad desconocida es nombrarla, bautizarla. Lo que ignoramos es lo innombrado. Todo aprendizaje principia como enseñanza de los verdaderos nombres de las cosas y termina con la revelación de la palabra—llave que nos abrirá́ las puertas del saber. O con la confesión de ignorancia: el silencio…”
No creas en las certezas históricas
Relámpagos de Agosto, Jorge Ibargüengoitia
“¿Por dónde empezar? A nadie le importa en dónde nací, ni quiénes fueron mis padres, ni cuántos años estudié, ni por qué razón me nombraron Secretario Particular de la Presidencia; sin embargo, quiero dejar bien claro que no nací́ en un petate, como dice Artajo, ni mi madre fue prostituta, como han insinuado algunos, ni es verdad que nunca haya pisado una escuela, puesto que terminé la Primaria hasta con elogios de los maestros; en cuanto al puesto de Secretario Particular de la Presidencia de la República, me lo ofrecieron en consideración de mis méritos personales, entre los cuales se cuentan mi refinada educación que siempre causa admiración y envidia, mi honradez a toda prueba, que en ocasiones llegó a acarrearme dificultades con la policía, mi inteligencia despierta, y sobre todo, mi simpatía personal, que para muchas personas envidiosas resulta insoportable.”
No intentar escapar de lo inevitable
Diles que no me maten, Juan Rulfo
“..Y ahora habían ido por él, cuando no esperaba ya a nadie, confiado en el olvido en que lo tenía la gente; creyendo que al menos sus últimos días los pasaría tranquilos. “Al menos esto -pensó- conseguiré con estar viejo. Me dejarán en paz”.
Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso era que le costaba trabajo imaginar morir así, de repente, a estas alturas de su vida, después de tanto pelear para librarse de la muerte; de haberse pasado su mejor tiempo tirando de un lado para otro arrastrado por los sobresaltos y cuando su cuerpo había acabado por ser un puro pellejo correoso curtido por los malos días en que tuvo que andar escondiéndose de todos.
Por si acaso, ¿no había dejado hasta que se le fuera su mujer? Aquel día en que amaneció con la nueva de que su mujer se le había ido, ni siquiera le pasó por la cabeza la intención de salir a buscarla. Dejó que se fuera sin indagar para nada ni con quién ni para dónde, con tal de no bajar al pueblo. Dejó que se le fuera como se le había ido todo lo demás, sin meter las manos. Ya lo único que le quedaba para cuidar era la vida, y ésta la conservaría a como diera lugar. No podía dejar que lo mataran. No podía. Mucho menos ahora…”
Hay batallas hechas para no lucharse
La sombra del caudillo, Martín Luis Guzmán
“La ruda opresión de la mano contrastaba con la suavidad acariciadora de la voz, Aguirre conocía, por experiencia el alcance amoroso de tales contrastes… Aguirre, como siempre asomaba a los ojos de Rosario, huyó pronto de ellos para no marearse. Sabía, en eso buen militar, que las batallas amorosas sólo se dan para ganarlas, y que, no siendo así, el triunfo está en la retirada. Con Rosario, por otra parte, todas las retiradas eran camino de la gloria. Rosario acababa de cumplir veinte años: tenía el busto armonioso, la pierna bien hecha y la cabeza dotada de graciosos movimientos que aumentaban… Sus ojos eran grandes, brillantes; su pelo, negro; su boca; sus manos y pies, breves y ágiles. Contemplándola, se agitaba de golpe, como mar en tormenta…”
Los deseos más profundos siempre se nos esconden
Aura, Carlos Fuentes
Ilustración: Henn Kim
“Te moverás unos pasos para que la luz de las veladoras no te ciegue. La muchacha mantiene los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre un muslo: no te mira. Abre los ojos poco a poco, como si temiera los fulgores de la recamara. Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tu los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo, no te engañas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que sola tu puedes adivinar y desear.”
Aprecia el silencio de las madrugadas
El Nocturno de los Ángeles, Xavier Villaurrutia
“Se diría que las calles fluyen dulcemente en la noche.
Las luces no son tan vivas que logren desvelar el secreto,
el secreto que los hombres que van y vienen conocen,
porque todos están en el secreto
y nada se ganaría con partirlo en mil pedazos
si, por el contrario, es tan dulce guardarlo
y compartirlo sólo con la persona elegida.”