El Mayate, escarabajo de junio.
Nadie puede negar la importancia del reciclaje. No sólo es importante separar la basura en dos rubros, orgánica e inorgánica, hay que separar el papel del cartón, y los envases de plástico deben ir en un lugar separados del vidrio.
Pocas personas dudarán de la eficacia del reciclaje para el cuidado del medio ambiente. Y en este asunto, los animales conocen a la perfección la importancia de reciclar, llevan siglos reciclando y parece que son “conscientes” del cuidado que merece el planeta para que todos vivamos mejor.
Sólo por mencionar algunos ejemplos, las arañas reciclan decorando sus telarañas con ramas, las palomas y gaviotas comen de lo que tiramos y aprovechan cuerdas, periódicos y plásticos para mejorar el estado de sus nidos; los cangrejos ermitaños utilizan botellas de cristal y latas en vez de usar las conchas como su casa.
Pero un ejemplo de las 3Rs en la naturaleza: reducir, reutilizar y reciclar, se encuentra en el escarabajo verde de junio, de nombre científico Cotinis mutabilis, mejor conocido entre nosotros como Mayate.
Este hermoso insecto, cuando es adulto llega a medir de 2 a 3,4 cm. Son de un verde pálido por arriba y verde brillante metálico en el vientre y las patas. Están activos durante el día, con frecuencia a la sombra de árboles, mezquites y pirules buscando dónde colocar sus huevos y esperar pareja.
Pero sobre todo, el mayate es un bicho inofensivo y una pieza irreemplazable de nuestro ecosistema, ya que es el encargado de descomponer la materia. No es venenoso, no pica y en realidad es conocido por su peculiar torpeza, pues muchas veces vuelan tan rápido que chocan con la pared y caen de espaldas en el suelo al grado de ser incapaces de levantarse.
El sonido de los mayates al zumbar es muy parecido al del abejorro, ya que no necesitan abrir los élitros, o alas anteriores como las que tiene la Catarina. Las larvas del mayate crecen hasta 5 cm, son gruesas, blancas con la cabeza oscura, y aunque tienen seis patas pequeñas les son inútiles para caminar. Las larvas a menudo se crían entre el estiércol bovino que su fuente de alimento.
Estos animales son rechazados por su tamaño, por ser considerados portadores de enfermedades, lo cuál no es cierto. Es sólo un prejuicio extendido por años, en el que se creía que había que combatir a cualquier animal extraño que entrara en una casa. Hoy en día, existen campañas que buscan salvar a este pequeño escarabajo, que además es endémico de América del Norte.
Las larvas del mayate son tan peculiares que tienen un hábito inusual, como sus patas no les funcionan suelen arrastrarse sobre su espalda y extenderse hacia arriba cuando se mueven sobre las superficies. Los lomos ubicadas sobre el área superior del cuerpo de la larva están cubiertos con unos vellos cortos y rígidos que les ayudan a moverse sobre la superficie de la hierba.
Se les llama escarabajos verdes de junio, porque los adultos aparecen en dicho mes de junio. A pesar de que es más común encontrarlos en color verde metálico, su espectro de colores va desde el café, variaciones de amarillo a rojo y de un tono oscuro al gris. Se alimentan de frutos muy maduros o blandos, como higos o duraznos ya que no pueden morder materia dura.
El mayate ayuda al reciclaje de la materia y es necesario para oxigenar la tierra, por lo menos en las regiones en las que aparece cada año. Cuando los adultos emergen de la tierra para aparearse, las hembras vuelan sobre la superficie del césped temprano en la mañana, mientras que los machos vuelan desde mediados a tarde en la mañana.
Las hembras producen una sustancia que atrae a los machos antes de aparearse. Después que las hembras se aparean, estas cavan en el césped para colocar un grupo de 10 a 30 huevos en una bola de tierra comprimida casi del tamaño de una nuez.
Años atrás, los niños atrapan mayates y les ataban un hilo entre las alas, con tal de hacer que volaran alrededor como un diminuto avión de juguete. De ahí proviene el dicho: “Se fue con todo el hilo… como los mayates” aludiendo a los animalillos que además de desaparecer o huir, despojan a alguien de algún bien. Por fortuna, está práctica de juego ha desaparecido y ahora somos capaces de cuidar y dejar vivir a un animalillo en el campo para que cumpla su función natural de reciclaje.