Lúgubres fotografías del antiguo Hospicio de Porfirio Díaz

El Hospicio de Pobres de Porfirio Díaz.

 

El antiguo Hospicio para Niños Pobres se inauguró en 1905, y se encontraba en la Calzada San Antonio Abad, muy cerca del Río de la Piedad, ahora Viaducto. En la década de los sesenta fue demolido en su mayor parte para construir el cuartel de Guardias Presidenciales y solo se conserva uno de los pabellones, que hoy alberga la Escuela de Participación Social número 6.

El hospicio son casas públicas donde los pobres viven a costa de la beneficencia pública o del producto de las rentas con que las ha dotado la caridad de algunos conciudadanos. A cambio, los auspiciados realizan trabajos en oficios compatibles con su salud y disposición. Los hospicios del siglo XIX no fueron lugares amables para los pobres, porque en aquella época la caridad daba las sobras con tal de que los pobres no tuviera mal aspecto a los valores de la idea naciente de modernidad en México.

Primero la Iglesia, luego el Estado, y más tarde algunos empresarios, vieron en el hospicio un laboratorio para generar ganancias y presentar su lado caritativo; no obstante, jamás tuvo como intención erradicar el hambre, la desnutrición y proporcionar una buena educación formal para eliminar la pobreza. En 1905 la ciudad de México creó un hospicio llamado “Hospicio de Pobres”, había sido fundado en 1774 frente a la Alameda (Juárez y Balderas) el cual después de más de un siglo de existencia se encontraba en lamentables condiciones, por lo que Porfirio Díaz ordenó la construcción de una nueva sede, como parte de su programa de Beneficencia Pública que inició desde el primer año de su gobierno, que contemplaba la administración de hospitales y correccionales.

 

La inauguración del “Nuevo Hospicio” fue el 17 de septiembre de 1905. Era un edificio de estilo francés que contaba con el confort e higiene propias de la modernidad de principios del siglo XX, además de un equipo de técnicos-científicos, proveyendo un complejo sistema de atención a infantes desamparados,

Cuando los varones cumplían los doce años pasaban a la Escuela Industrial donde completaban su instrucción primaria y aprendían algún oficio mecánico. Las niñas al llegar a los 15 años, si tenían familias, eran entregadas a ellas, y en caso contrario, continuaban en el Hospicio hasta los 24 años, o antes si podían bastarse a sí mismas, haciendo uso de los medios que les proporcionaba la educación adquirida en el plantel, para lo cual, el Hospicio contaba con talleres de cocina, además de corte y confección.

El espacio físico era sencillo, severo, sólido, pero con mucha belleza y gracia estéticamente. Se distribuyó en departamentos que se enlazaban entre sí por diversos cuerpos de construcción que permitían la circulación y comunicación entre diversas dependencias. De este modo, se pretendía atender a los asilados según sexo y edad en locales diferentes, pues para las autoridades, la educación de los niños exigía medios diferenciados, lo que se concretaba en la creación de departamentos especiales y separados para niños, niñas y párvulos.

El asilo para niñas constaba de tres edificios, un total de doce dormitorios, pudiendo alojar más de 600 asiladas. El de niños, consta de dos edificios, con ocho dormitorios con capacidad para 400 niños. Tenía 26 ventanas que daban a los jardines, y el lugar tenía de todo, comedor, escuela, lavandería, cocina lavabos, talleres para almidonar, planchar, repasar la ropa, un asoleadero, cocina, departamento de vigilantes, empleados subalternos, enfermería con pabellones separados para niños y niñas, instalaciones de maquinaria, salón de calderas, taller de servicios múltiples, salón de bombas y compresores.

A pesar de esta aparente genialidad, la niñez mexicana del siglo XIX y buena parte del siglo XX, fue la que más sufrió de abandono moral incluso dentro de los internados y las correccionales de la Ciudad de México. Estos paliativos intentaron tratar el psiquismo de los infantes, brindarles educación y derechos; pero fue no era nada sencillo ya que muchos niños vivían en las calles y eran tratados como delincuentes y anormales.

En los el hospicio para pobres la educación era más severa que en las escuelas tradicionales, se tenía más cuidado y mayor vigilancia, debido a que muchos niños eran vagos y/o indigentes, y algunos de ellos transgresores de las leyes. Cuando el gobierno de Díaz da la instrucción de educar a esta población, su educación estaba dirigida a formar mano de obra que la industria requería en ese momento.

Se rapa a los niños al entrar al hospicio para evitar piojos (como se hace hoy en día en algunas cárceles y psiquiátricos) y los niños comían rápidamente lo poco que había en sus platos, porque se desconocía si habría comida para el día siguiente. Esta administración de la pobreza, todavía sigue presente en el léxico cotidiano de los mexicanos: “Comer como pelón de hospicio”.

El Hospicio continuó funcionando varias décadas, hasta convertirse en Escuela Amiga de la Obrera, y desde el principio de la década de los años noventa, hasta la fecha, es la Escuela de Participación Social No. 6, la cual atiende un promedio de 390 niños de ambos sexos en un sistema de medio internado.