Aportaciones culturales de los Españoles exiliados a México

Intelectuales españoles en la UNAM.

 

La lista de exiliados españoles que fueron recibidos con los brazos abiertos por México, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas entre 1934 y 1940, es enorme. Huían de la guerra civil y de franquismo, también de las malas condiciones de acogida en Francia. Los Gobiernos de las Repúblicas mexicana y española habían preparado el asilo para un gran número de españoles, cuyo desembarco data del 13 de junio de 1939, fecha en que el barco Sinaia tocó tierra en Veracruz.

Sinaia, Mexique, Ipanema, Orinoco, Flandre o Nyassa fueron los nombres de los barcos que fueron fletados hasta 1942, y que llegaron a transportar a unos 25.000 españoles a México, un país que sumaba entonces menos de 20 millones de habitantes.  Los historiadores estiman que gran parte de estos refugiados fueron una “inmigración intelectual” o de “élite” conformada de aproximadamente un 25% del total.

Fue al historiador y politólogo Daniel Cosío Villegas, a quien se le ocurrió la idea de que México debía acoger a científicos e intelectuales españoles, para que continuaran sus actividades, mientras la República Española luchaba contra el fascismo y se decidía el futuro de España y en previsión de que la República fuese derrotada.

Los refugiados ayudaron a crear la Casa de España en México, hoy llamada El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica, y también ayudaron a reforzar el profesorado de la UNAM y el IPN. Entre otras muchas aportaciones de los científicos españoles refugiados, se creó la revista Ciencia, fundada por Ignacio Bolívar y Urrutia.

Sin duda alguna, el exilio español enriqueció al continente americano con la llegada de filósofos como María Zambrano, los poetas León Felipe, Luis Cernuda y Juan Rejano, narradores como Francisco Ayala y Max Aub, quienes alejaron con buen humor la pena del destierro. También llegaron Luis Buñuel, Rodolfo Halffter, Remedios Varo, Roberto Fernández Balbuena, quien junto con Sánchez Cantón, Alberti, Renau y Ceferino Colinas, salvó los tesoros del Museo del Prado, transportando sus colecciones a Ginebra, bajo el fuego de bombardeos aéreos, en un enorme convoy formado por más de treinta inmensos camiones, episodio heroico que yo presencié en Valencia en 1937.

 

Como dijimos al principio, la lista de personas que ingresaron al país es enorme, así como las aportaciones científicas y culturales que introdujeron en México, entre las que destaca la balanza analítica y el microscopio óptico; sus aportaciones al pensamiento filosófico y de educación universitaria; como Carlos Bosch García, Óscar de Buen, Francisco Giral González, Eduardo Nicol, Juan Antonio Ortega y Medina, Wenceslao Roces, José Gaos y Adolfo Sánchez Vázquez.

Solo con la intención de recordar algunos de los aportes de los españoles, cuyo espacio aquí es escaso, se puede mencionar a Carlos Bosch García doctor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, autor de textos históricos como La esclavitud entre los aztecas; Adolfo Sánchez Vázquez, catedrático de tiempo completo en la Facultad de Filosofía en la UNAM, coordinador del Colegio de Filosofía e investigador especializado en estética. Traductor de la filosofía marxista, estética y filosofía de la praxis, entre sus obras destacadas se encuentran: Las ideas estéticas de Marx, Filosofía de la praxis, Ética, estética y marxismo.

 

El tiempo siguió su marcha y, como era ineludible, la actitud de los refugiados españoles fue transformándose. Mirar desde lejos a la patria perdida, observar la permanencia del franquismo y la evolución política de la España de fines del siglo XX llevó a aquellos migrantes a enfrentarse a una realidad que no esperaban: creyeron que el exilio duraría poco y se equivocaron.

De 1945 a 1953, cuando España entra a la Organización de las Nacionales Unidas por la puerta de atrás, gracias a una maniobra de Estados Unidos, hay un sentimiento de desilusión que se extiende hasta los años 70 del siglo pasado, cuando esa desilusión convive con el arraigo y la permanencia en México. Otra desilusión muy grande sobreviene a la muerte de Francisco Franco, porque la transición a la democracia se hizo sin contar con ellos.

Como dijera Bertha Hernández en su crónica del presente año, “Los exiliados que llegaron a México perdieron a España en tres ocasiones: la primera ocurrió en 1939;  luego en 1945 y luego en 1978; la primera por las armas, la segunda por la traición de los Aliados y la última porque fueron testigos incómodos de una transición que se hizo a sus espaldas.”