Macuilxochitzin, la gran poetisa mexica.
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La princesa Macuilxochitzin / Macuilxóchitl nació en México-Tenochtitlan hacia el año 1435, provenia de una tribu Chichimeca que fue destruida por incursiones nómadas. Tlacaélel, uno de los más grandes consejero de los tlatoanis, adoptó a Macuilxochitzin y la llevó a Tenochtitlan donde recibió buena educación, aprendió los antiguos consejos de los mexicas y conoció las artes del bordado y del telar.
Es muy probable que Macuilxochitzin haya estudiado astronomía, el calendario, los ritos, dogmas y la retórica, además de tener una educación en el calmecac donde se les impartían principios morales y cuidados propios de las clases dirigentes. Por la tarde se congregaba, como todos los muchachos de la época, en el cuicalco (casa del canto), donde se ejercitaba en danza y canto hasta la noche, donde además, se aprendían rimas y versos para los bailes sagrados y guerreros.
Macuilxochitzin tenía doce hermanos, cada uno engendrado por una madre diferente. Su nombre probablemente significa “Señora Cinco Flor”, de acuerdo al calendario azteca, por haber nacido un día 5 Flor. Sin embargo, también algunos autores consideran que pudo provenir del nombre de una diosa del arte, de las canciones y de la danza, esto ya siendo una poeta reconocida.
En Quince poetas del Mundo Azteca, Miguel León Portilla dice la mayoría de las composiciones poéticas de Macuilxochitzin estaban enfocadas en las batallas y enfrentamientos que sostuvo su padre, en plena expansión de los aztecas en Mesoamérica. Lamentablemente, solo se conserva un poema atribuido como de su autoría, en donde relata la actuación de un grupo de mujeres otomíes que con sus súplicas salvaron la vida de Tílatl, capitán otomí que había herido a un soberano mexica.
El canto de Macuilxochitzin es un ejemplo del proceso didáctico-religioso seguido por la nobleza mexicana. Ya que la educación estaba organizada para dar cumplimiento a los máximos objetivos del Estado, a saber, la guerra y la religión.
Este canto trata de una conquista mexica del año 1476, y parte de la idea de la poetisa fue dar gracias al “Dador de la Vida” para preservar el cuento de la victoria de su pueblo.
El original de Canto de Macuilxochitzin se incluye en la colección de la Biblioteca Nacional de México. Esta es la traducción del náhuatl al español, de doctor Miguel León-Portilla del 2003.
Canto de Macuilxochitzin
Elevo mis cantos,
Yo, Macuilxóchitl,
con ellos alegro al “Dador de la Vida”,
¡comience la danza!
¿Adonde de algún modo se existe,
a la casa de Él
se llevan los cantos?
¿O sólo aquí
están vuestras flores?,
¡comience la danza!
El matlatzinca
es tu merecimiento de gentes, señor Itzcóatl:
¡Axayacatzin, tú conquistaste
la ciudad de Tlacotépec!
Allá fueron a hacer giros tus flores,
tus mariposas.
Con ésto has causado alegría.
El matlatzinca
está en Toluca, en Tlacotépec.
Lentamente hace ofrenda
de flores y plumas
al “Dador de la Vida”.
Pone los escudos de las águilas
en los brazos de los hombres,
allá donde arde la guerra,
en el interior de la llanura.
Como nuestros cantos,
como nuestras flores,
así, tú, el guerrero de cabeza rapada,
das alegría al “Dador de la Vida”.
Las flores del águila
quedan en tus manos,
señor Axayácatl.
Con flores divinas,
con flores de guerra
queda cubierto,
con ellas se embriaga
el que está a nuestro lado.
Sobre nosotros se abren
las flores de guerra,
en Ehcatépec, en México,
con ellas se embriaga el que está a nuestro lado.
Se han mostrado atrevidos
los príncipes,
los de Acolhuacan,
vosotros los tecpanecas.
Por todas partes Axayácatl
hizo conquistas,
en Matlatzinco, en Malinalco,
en Ocuillan, en Tequaloya, en Xocotitlan.
Por aquí vino a salir.
Allá en Xiquipilco a Axayácatl
lo hirió en la pierna un otomí,
su nombre era Tlílatl.
Se fue éste a buscar a sus mujeres,
Les dijo:
“Preparadle un braguero, una capa,
se los daréis, vosotras que sois valientes.”
Axayácatl exclamó:
“¡Que venga el otomí
que me ha herido en la pierna!”
El otomí tuvo miedo,
dijo:
“¡En verdad me matarán!”
Trajo entonces un grueso madero
y la piel de un venado,
con esto hizo reverencia a Axayácatl.
Estaba lleno de miedo el otomí.
Pero entonces sus mujeres
por él hicieron súplica a Axayácatl.