Seis fantásticas leyendas del México prehispánico

Asombrosas leyendas precolombinas.

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Los fantasmas y las historias de terror están presentes en todas las civilizaciones. Solo hay que imaginar al hombre metido en una caverna, en medio de una tormenta llena de relámpagos, aullidos, animales escondidos, con mucho frío y lleno de incertidumbre por no saber lo que le sucederá. Por supuesto que en medio de ese temor a la muerte, todos necesitamos explicarnos la vida.

Con las leyendas nos transportamos a mundos en donde nuestra imaginación entra en funcionamiento. Lejos de los razonamientos científicos, que las personas de hoy en día exigimos ante cualquier planteamiento, las leyendas son ventanas que nos explican hechos o sucesos de forma fantástica.

Las leyendas prehispánicas se conservaron gracias a la tradición oral, luego se plasmaron en códices y más tarde en libros con la llegada de los españoles. La más famosa es aquella que se refiere a la Cihuacóatl o La Llorona.  Aquí te dejamos algunas leyendas del México Prehispánico.

Cihuacóatl, la mujer serpiente también conocida como La Llorona

Cihuacóatl fue una mujer que perdió a su esposo en una batalla, aunque existen algunas otras versiones. Pero en general se dice que la Llorona enloqueció y de dolor mató a sus hijos en el lago. Aunque pensaba suicidarse, los pobladores la detuvieron para juzgarla, torturarla y al cabo sacrificarlo por su crimen.

Cuando llegó al Mictlan, el infierno prehispánico, los dioses la condenaron para que permaneciera como un ente, entre la vida y la muerte, su castigo fue estar penando y lamentándose indefinidamente por haber matado a sus hijos.

Siempre se aparece en el mismo sitio donde había realizado su crimen. En este lugar aterrorizaba a los pobladores, los hacía naufragar y después los mataba. Otras versiones dicen que cada noche salía para lamentarse, llorando y dando gritos: “¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!” o “Hijitos míos ¿a dónde os llevaré”, de acuerdo con los testimonios del cronista Sahagún.

Este cronista dice que este ser llevaba una cuna y la dejaba en el mercado, la cuna estaba vacía salvo por un cuchillo de pedernal, como los que se usaban para los sacrificios. Irónicamente las madres cuyos hijos eran sacrificados para calmar a la Cihuacóatl iban gritando por las calles “¡Ay mis hijos! ¡Dónde están mis hijos!”. Cuando el lago se secó la mujer vestida de blanco siguió apareciéndose con su espeluznante lamento.

Fantasmas

Según el fraile Bernardino de Sahagún, en el libro V de su Historia General de las Cosas de la Nueva España, la aparición de los fantasmas se atribuía al dios Tezcatlipoca y el primero era Cuitaplaton o Centlapachton, una mujer enana o pequeña, de cabellos largos, hasta la cintura, con un andar muy parecido al pato. Cuitaplaton  se aparecía a los hombres cuando iban al sanitario para sorprenderlos, y quienes la veían volvían a sus casas temblando de pavor con la convicción de que tarde o temprano morirían o les ocurriría alguna tragedia. Si algún valiente quería atraparla le resultaba imposible, pues la figura desaparecía y reaparecía hasta que el intrépido quedaba burlado. La última forma, también consignada por Sahagún, era cuando Tezcatiploca se aparecía en forma de coyote para impedir el paso a los viajeros o para advertirles de algún peligro o desgracia en ese camino.

Youaltepuztli: el hacha nocturna

Fray Bernardidno de Sahagún escribió en el primer sueño de la noche junto a los mexicas, escuchó un ruido de alguien que está cortando madera llamado Youaltepuztli. Al dirigirse al lugar de donde provenían los sonidos se daban cuenta que no había nadie talando así que los pobladores le presentaban ofrendas al ente, con tal de superar su miedo inicial y perseguir a esta forma de bulto hasta alcanzarla y agarrarla. Después debían esperar a otro ente que tenía forma de hombre sin cabeza, que tenía el pescuezo cortado como un tronco y el pecho abierto, en ambos lados había puertas que se abrían y se cerraban en el centro donde reposaba el corazón. Si todavía el captor tenía ánimos para contemplar esta visión debía arrancarle el corazón y negociar con el fantasma algún favor, petición o riqueza.

Xtabay

Xtabay es una bella mujer que se aparece a los hombres bajo las ceibas, mientras peina su larga cabellera, empieza a enamorarlos y una vez que los atrae y los tiene bajo su poder los mata o los pierde en un amor infernal.  Los antecedentes de esta leyenda se remontan a tiempos de los antiguos mayas donde existían dos mujeres: Xtabay y Utz-Colel.

Xtabay tenía gran amor y pasión, por lo que ofrecía su cuerpo y belleza a todo aquel joven que se lo solicitara; mientras que Utz-Colel era considera una mujer decente y virtuosa a quien no se le conocía ningún amorío pero que en el fondo era envidiosa y nunca ayudaba a los pobres. Sucedió una vez que Xtabay murió abandonada y sola en su casa, sin que el pueblo se diera cuenta, sólo se percataron cuando un agradable olor empezó a inundar el ambiente. Utz-Colel envidiosa dijo a todos que cuando ella muriera el olor sería doblemente agradable. Tiempo después murió, la gente le realizó un funeral grandioso donde todos evocaban sus virtudes, sólo que cuando su cuerpo estuvo en la tierra el olor se hizo insoportable que alejó a los pobladores. Ya muerta Utz-Colel pensó en seguir los pasos de Xtabay e imitarla, entregándose al amor. Entonces ayudada por malos espíritus regresa al mundo para atraer a los hombres.

La mujer del Nahual

En la selva chiapaneca suceden cosas extrañas que aterran a sus pobladores, que se niegan a salir por la noche por temor a una bestia maldita que ataca a los hombres y animales sin piedad alguna. Todo se remonta a la antigüedad cuando la mujer de un curandero empezó a celarlo, le molestaba que las mujeres, agradecidas por haber sanado a ellas o algún miembro de la familia, le regalaran fruta, maíz, verdura o guajolotes a su esposo. Creyendo que las mujeres querían quitarle a su esposo, se internó en lo más profundo de la selva donde realizó una serie de conjuros y pidió ayuda a los espíritus. Tras convulsionarse se arrancó la piel hasta que su cuerpo quedó ensangrentado hasta convertirse en jaguar. Esa noche mató a una mujer (que había sido curada por su esposo) y a toda su familia, además destrozó la vivienda y mató a los animales. Los hombres se aprestaron a cazar a jaguar y mientras ellos lo buscaban, la mujer seguía matando a las mujeres que se acercaban a su marido.

El curandero empezó a sospechar de su mujer por lo que la siguió hasta ver cómo realizaba su transformación. Esperó a que ella se transformara en jaguar para vaciar un costal de sal en la piel humana, con lo que se secó rápidamente. Al regresar de cometer un asesinato, la mujer regresó al lugar donde había dejado su dermis, pero al no encontrarla fue camino a su hogar donde su esposo la enfrentó pero no pudo matarla. Por esta razón se dice que la mujer aún habita esas tierras y se aparece a todo aquel que se cruce en su camino.

Tunkuluchú: mensajero de la muerte

Fray Bernardo de Sahagún relata cómo los indios al escuchar el canto del tecolote se ponían muy nerviosos porque aseguraban que este sonido presagiaba la muerte: “Cuando el tecolote canta, el indio muerte”

Este temor hacia el canto de la lechuza, búho o tecolote, forma parte de la leyenda maya el tunkuluchú o tecolote, considero el más sabio entre las aves por lo que los demás animales acudían a pedirle consejo o la solución de algún problema. Todo su prestigio se derrumbó cuando las aves lo invitaron a una fiesta y se emborrachó. Un hombre que pasaba por ahí empezó a burlarse y a hacer escarnio del búho. Éste quedó muy dolido y decidió vengarse, extendiendo su rencor hacia toda la humanidad. Buscó alguna cualidad que le ayudara en su venganza y eligió su olfato. Fue todas las noches al cementerio hasta que aprendió a reconocer el olor de  la muerte. Fue así que se dio a la tarea de anunciar al ser humano su muerte. Por eso se mantiene cerca de los lugares donde alguien va a morir y le anuncia con su canto su hora fatídica.

Imagen de portada: Alexander Skold